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“Capitulo Uno: La Isla de los Perros” por Samuel Olguín C

La Isla de los Perros está anclada en medio de un mar gigantesco que cubre la mayoría del océano más tranquilo del reino animal.

No es casualidad que sea la mar más tranquila de los siete mares, los perros que habitan esos parajes han propiciado el orden y la estabilidad en esa pequeña extensión de tierra. 

La gente se confunde y piensa de la isla como aquellas islas bananeras, tercermundistas y pobres donde el desarrollo no ha llegado. No, la isla es un lugar de progreso. Un lugar respetado y serio.

En la Isla habitan perros por montones, de diferentes razas, colores y tamaños, se incluyen los animales de compañía, animales de guardia, perros de trabajoperros de cazagalgos de carrera, perros guíaperros pastores o perros boyeros.

Como es de esperar, los perros de estirpe han dominado la tierra de generación en generación. Por debajo de ellos, se encuentra la gran masa de perros kiltros.

Los perros se han agrupado en distintas jaurías, las cuales han repartido los lugares y espacios, y poco a poco, han instaurado los poderes que dominan la vida insular.

La respetable vida de aquel atolón ha estado marcada por la rebeldía, la tragedia, la muerte y la renovación.

Los Perros nuevos ya no son como sus abuelos. Ni mejor ni peor, solo diferentes. Es que claro, las generaciones cambian y la vida continúa a pesar de lo que uno espere y piense, y en ese sentido, los perros insulares han demostrado una gran capacidad de adaptación a nuevas formas y  nuevos modelos caninos.

Para todos los que nos consideramos perros, nuestro referente es un viejo Akita que vivió hace muchos años por estos lugares. Recordado por todos como el mejor de los nuestros, pero vaciado de su contenido y sus enseñanzas.

Hoy en día, solo nos quedan sus fotografías. Cuando este perro dejo la isla, aquellos que le sucedieron lograron reinterpretar sus fantasías para adentrarse en terrenos alejados de lo puramente canino.

Ahora, para ser justos, los perros son animales extraños, difíciles y complejos, por tanto, las condiciones en la isla no permitieron construir algo distinto, es así, como llegamos a las jaurías. Los perros nos vimos en la necesidad de agruparnos en territorios y espacios donde no nos topáramos pero, que a su vez, fuéramos parte de este imaginario común que ser un can. Porque claro, los canes a pesar de sus tamaños, sus formas, sus cualidades tienen condiciones generales que permitan llamarnos perros y no gatos.

La isla se dividió en 6 territorios liderados por cada una de las jaurías. En el límite norte encontramos a los Perros Revolucionarios, un pequeño grupo que no habita más de dos o tres aldeas; a su lado, un poco más grande, encontramos al Colectivo de Identidad Canina donde su mayor referente es un viejo y adormilado San Bernardo; al Oeste, nos encontramos con la jauría de Las Grandes Razas, liderada por una fina Lebrel Afgana; al sur encontramos a los Tercera Huella, liderados por un feroz pero simpático Bull Terrier; al Este habitan los Perros Bravos, la cuna de perros de peso, bravos e implacables, y al centro de la isla encontramos a la jauría más grande aunque actualmente debilitada, Nuevos Perros, cuya cabeza es un viejo Dogo Alemán temido por todos. Estos perros decidieron el destino de la isla.

Su propia habilidad les permitió dominar el camino del desarrollo. Por muchos años, a las jaurías, les resultaron sus juegos y sus trucos. Saltaron alto, corrieron veloces, persiguieron sus colas y mordieron el agua de las mangueras. Si, la vida en la isla fue buena para las jaurías.

Sábado, 29 de Mayo de 2021

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