Hay quienes aman portar un arma de fuego o controlar de manera sutil un balón de fútbol, pero yo amo un lápiz, amo escribir. Para mí, todo comenzó a partir de ese instante en que tomé un viejo cuaderno usado, para plasmar todas las cosas que necesitaba expresar, aquellos sentimientos, frustraciones, rabias, anhelos, etc., que no era capaz de compartir con amigos o familiares. Fue cuando iba en el liceo y a pesar que no recuerdo el año ni el momento exacto, si tengo muy grabado aquella sensación. Fue algo poderoso, liberador y hasta vergonzoso, porque descubrí que no sabía escribir. Así que en ese mismo instante comprendí que necesitaba leer para aprender de nuevo. Aquellos libros que tanta indiferencia me generaron por muchísimos años, con el paso de los días tuvieron otro significado para mí. Ya no leía intentado memorizar algunas líneas para poder responder correctamente a las preguntas del profesor, ya no leía para memorizar fechas de importantes guerras o para pensar que algún día con eso iba a convertirme en un gran profesional que podría ganar algo más que un sueldo mínimo. Leía porque nació en mí ese deseo por descubrir aquellos relatos, la técnica y la pasión de esas obras que deseaba igualar. También, encontraba fascinante aquellos textos en que los diversos escritores explicaban su propio origen, algunos por ejemplo, comenzaron escribiendo porque no les gustaban los finales de los relatos que leían, así que los cambiaban. Mientras me maravillaba con este nuevo mundo, más aprendía a escribir de acuerdo a los parámetros de la academia y fue entonces que me di cuenta que eso la verdad no importa un carajo. Porque escribir no es respetar en sí los cánones de la gramática, sino es tejer un relato que cautive al lector, que lo transporte a otra realidad por un momento y que lo mantenga interesado por descubrir cómo se irá desarrollando la historia, ojalá identificándose con el prota o algún personaje secundario. Pues sí, no me lo pregunten después; intenté escribir una novela. Se trataba sobre un tipo que se hacía cargo de un club de fútbol de barrio, quien también intentaba conquistar el corazón de una mujer y más o menos esos elementos desencadenarían la trama a seguir. Después de eso escribí muchísimos cuentos, poemas, inventé en mi mente muchas historias y relatos, pero con el tiempo se fueron perdiendo, las fui olvidando y no llegaron a ningún lado. Pero nunca dejé de escribir. Tal vez cambié el papel por una pantalla de computador o simplemente usaba mi mente en vez de perpetuar las ideas en una hoja de Word, pero no importa, porque no deje de escribir. Escribir es algo bello, es algo que no sé cómo explicar sin parecer antes un poco cursi, porque también he leído que los escritores deben sentir vergüenza de lo que escriben, porque simplemente exponen sus ideas al mundo y están sujetos a la crítica despiada o humillante de los envidiosos o faltos de talento. Como suelo decir a muchos amigos o entrevistados “jamás imaginarás quien te ha leído”, por eso sigue escribiendo, para que te lean, para mejorar, para dejar algo en este mundo o simplemente para desahogarte un poco de manera sutil. Yo he escrito por varias razones. Lo he tenido que hacer para sacar buenas calificaciones, para poder ganar algo de dinero o simplemente conquistar el corazón de una mujer. Pero antes de todo eso, escribo porque me gusta. Un amigo dijo alguna vez “no me veo haciendo otra cosa en la vida” y yo no me veo haciendo otra cosa en el futuro que llene tanto mi vida como lo es escribir. Quienes pueden vivir de lo que escriben son increíblemente afortunados (hasta los envidio), talentosos y parte de un pequeño grupo selecto (viene a mí un tal Alan Moore), pero no escribas pensando en que ganarás algo con eso. Cuando era más joven, una compañera del liceo sufrió las burlas y criticas de un estúpido que sólo deseaba hacerla sentir mal. Pues, le escribí una carta, súper mega hiper cursi, hasta el día de hoy recuerdo el final. Esa amiga lloró con la carta y me lo agradeció muchísimo después. Descubrí que tenía cierto talento con las letras y me gustó. Así que escribe para encontrar tu propia voz, para que mates al padre o la madre literaria, escribe algo y no temas compartirlo, escribir es un gran ejercicio no sólo de concentración o de valentía, es un acto revolucionario que inicia contigo, rompiendo tus primeras barreras y después romper las de tus lectores. Desearía escribir más ahora, pero no deseo seguir aburriéndolos, algún día me convertiré en un gran escritor por aquellos amigos que se han ido y desearon serlo, por mi padre a quien se lo prometí y por mí, porque simplemente me gusta, es algo bello…siempre y cuando no te interrumpan. Domingo, 09 de Febrero de 2020 No olvides dejar tu like y seguir nuestra fanpage aquí. Si deseas ser parte de El Semáforo envía un artículo a elsemaforoquilpue@gmail.com y no olvides leer esto: Adiós Kobe Comentarios de Face
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