El siguiente mito, que hasta el día de hoy cautiva y que encubre la maldad del hombre, no tiene un claro origen, pero se supone que se originó entre la época de la invasión/conquista y posterior dominio español en lo que se conoció como el Reino de Chile.
Los españoles, enfermos de codicia, alcanzaron lo más recóndito de esta tierra descubriendo así la mágica isla de Chiloé que mapuches y huilliches llamaban “Chilhué” por ser «lugar de chelles», una especie de ave muy particular de la zona.
La natural belleza de la isla no sólo maravilló a los colonos europeos sino también reforzó la utópica idea de que la Ciudad de los Césares se encontraba más cerca de lo que imaginaban, lo que motivó seguir explorando los ignotos territorios en nombre de Dios, de su rey y de su propia avaricia.
No obstante, no todos los españoles creyeron en esa fantasía, ya que los más sedentarios fundaron ciudades en honor a la corona española y de paso la protegieron de las afiladas lanzas, arcos, picas o flechas mapuches que no toleraban al invasor español.
Fue en ese panorama que se fue gestando uno de los mayores mitos de Chiloé que tiene como protagonista a una extraña criatura que nació en cierta ocasión cuando una mujer española, agobiada por los malos tratos y humillaciones, decidió abandonar a su esposo.
El militar español jamás imaginó que al regresar de una campaña ya no encontraría a su mujer. Por más que buscó jamás la encontró. La furia e indignación se apoderaron de él. Por supuesto, nunca reconocería los errores cometidos y para él era más fácil culparla ante los camaradas de armas, ilustres vecinos y el importante clero presente en el lugar.
Sin embargo, el soldado español devastado y arrepentido por su actuar intercambió, de manera clandestina, algunas pertenencias por vino mapuche y se emborrachó como jamás en su vida lo había hecho.
Llorando el amor extraviado, el triste soldado vagó sin claro destino y vociferó que una rara criatura enamoró, engañó y raptó a su mujer para alejarlo de él. Sin duda, el ebrio militar olvidaría pronto lo que gritó a diferencia de un mestizo que había escuchado y que partiría hasta donde un amigo para contarle más o menos lo que recordaba. Éste después le contó a otro sujeto la historia, pero cambiando algunos detalles de la versión original.
De esa manera mencionaron por primera vez a la mítica figura chilota que hasta nombre le pusieron y que los hombres aprovecharon de culparlo de toda clase de barbaridades que les cometían a las mujeres, atribuyéndole a él raras habilidades para embaucarlas, considerándolo menos humano en cada relato y hasta retratarlo como un ser bien feo.
FIN
Sergio Muñoz es escritor y publicó en 2022 “Entre el Cenit y el Abismo. Y otras ficciones”. A partir de ahora y en cada fin de mes, él se comprometió a escribir un cuento con el único fin de entretener a sus lectores y ejercitar su pluma. Puedes seguirlo a través de su cuenta de Instagram y Facebook.
Martes, 30 de Enero de 2024/ Cuento #13
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