La pregunta de mi amigo, Sergio Muñoz, no me encontró desprevenido. Hace un rato me propuse visualizar la labor de escritor como un oficio, es decir, no como una actividad esporádica, sino como una forma de vivir: disciplinada y constante.
Pero esta decisión implica algunas cuestiones que es necesario evaluar. ¿Por qué escribir? Y, por supuesto, ¿qué es para mí la literatura?
No es fácil responder a la primera interrogante. Roberto Bolaño dijo alguna vez que lo natural era leer, lo elegante era leer. Escribir, así, se presenta como una tarea propia de alguien desesperado, un hecho que puede esconder razones antinaturales. Las ganas de mostrar el imaginario propio mediante las palabras pueden ser causa de las ganas de ser visto y admirado.
Otro escritor reconocido, García Márquez, confesó, en una demostración de lo acertada que fueron las palabras de Bolaño, que escribe para que lo quieran. No quiero estar de acuerdo por más que se acerque a la verdad. No es mi caso.
Tengo la impresión de que en una sociedad como la actual, llena de carencias y falta de sentido, el que me odien por lo que escribo me resulta de mucho más valor que dejar contentos a las muchedumbres condicionadas por los grupos de poder. Ahora bien, estaré agradecido si consigo el cariño (gratuito) de un grupo reducido de personas con intereses e idiosincrasia propia de gente crítica con su entorno.
Todo lo anterior responde un poco a la segunda pregunta: ¿qué es para mí la literatura? La cambiaría por ¿qué considero como buena literatura? Porque sí, encuentro que hay buena y mala literatura, buenos y malos libros. Una pretensión, la mía, llena de vanidad, sin duda. Los libros valiosos son las de una narrativa sincera. Honesta. Hay dos formas de presentar un hecho. Una de manera cursi y sentimentalista, la cual se aleja lo que de verdad vivimos, sentimos y experimentamos. La otra, de una manera realista, lo que no quiere decir que impacte menos. Se acabaron las metáforas, ahora solo hay crímenes, abusos e incendios.
Sin embargo, un elemento fundamental de la literatura es su capacidad de conmover. El libro no termina con el escritor, el libro termina con el lector. Si este último no sigue siendo igual al que era después de un texto es cuando la literatura logra su mayor objetivo: despertar sensibilidades, interpretaciones, asombro. Que luego de leer se conozca más a sí mismo, que encuentre aspectos de su personalidad que desconocía. Y que se entretenga haciéndolo.
Ese es el gran poder que tiene la literatura, independiente de su género. Teniendo esto en mente, le encuentro un propósito a la escritura. Antinatural, por cierto, porque me gustaría solo dedicarme a leer, pero las ganas de conmover son más fuertes.
Espero que me perdonen lo narcisista. Quizá necesite terapia.
Sobre el escritor Eduardo Fernández
Eduardo Fernández, ha participado de varios taller literarios, entre los que se encuentran el taller de crónicas de Casa Contada y Balmaceda Arte Joven. Recientemente, fue publicado su cuento “La criatura que emergió del río” en la antología “Relatos de la calle” de la editorial Santiago-Ander. Hoy, se encuentra desarrollando un libro de cuentos de terror.
Miércoles, 14 de Septiembre de 2022
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