La primera vez que escuché este título –Como agua para chocolate- de la escritora (y después política) mexicana Laura Esquivel fue en mi pre adolescencia en donde un compañero de escuela dijo, bajo una pícara sonrisa, que se trataba de sexo.
Pasaron muchísimos años después, creo que más de quince, cuando tuve la oportunidad de toparme con esta desconocida obra y cuya única referencia era aquella que me brindó aquel chico que ya ni recuerdo quién era realmente. ¿Lo habré inventado?
Así que en aquella mañana en que salí a comprar frutas y verduras a una feria en Belloto Norte, dentro del contexto de esta pandemia, noté que un señor vendía libros y entre ellos aparecía Como agua para chocolate y otro título que llamó mi atención.
-“¿Cuánto por los dos?”-Pregunté directo y seguro de lo que quería, esperando una cifra elevada la cual estaba dispuesto a pagar. Respondió una cantidad que encontré súper barata para las dos obras y contesté “ya poh”. Me sentí triunfante.
Reconozco que cuando leí las primeras cuarenta hojas de esta novela rosa mexicana publicada en 1989 que da cuenta de la historia de Tita, la menor de tres hermanas, quien al poco tiempo de nacer creó un poderoso vínculo con la cocina y que cuyo relato brinda importancia a eso, me pareció bastante aburrido.
Leía recetas mexicanas que no podía procesar en mi mente ni imaginar su aroma o sabor, también eso de la madre opresora que intuía la obra iba a justificar más adelante o la tediosa explicacionitis que a veces no llegaba a ningún lado se hizo realmente tedioso para mí y me hacía preguntar, en reiteradas ocasiones, ¿y esto era de sexo o no? Jaja.
Todo lo anterior cambió cuando apareció Pedro. Pedro y Tita eran dos jóvenes enamorados, que se deseaban con pasión y con locura, pero que a Mamá Elena no le gustaba tal unión porque por una estúpida tradición familiar mexicana no iba a permitir eso.
Es así que esta obra comenzó atraparme, aunque para ser franco pasaba de largo las recetas de Tita ¿será acaso que a todo Tita le echa chile? Jaja es broma.
En cierto modo me puse en el contexto histórico de Como agua para chocolate, donde las tradiciones moralistas de la época, la dureza de los padres, la enorme respetuosidad de los hijos y el miedo de las altas esferas de caer en la boca de la opinión pública para ser parte de los chismes y burlas, marca la tendencia de esta obra en cuanto a ciertas actitudes que tuvo Tita a lo largo de la novela.
Porque a pesar que Tita y Pedro se amaban, Mamá Elena logró impedir esa unión por las “buenas costumbres” de una sociedad que no era bastante decente que digamos y que generó todo tipo de avatares que no fueron culpa de Tita y que cuya indolente madre no dudaba en culparla a ella.
Pobre Tita, tan buena y tan sufrida su historia de amor. En realidad ella no le hacía mal a nadie y su madre la trataba como si de una esclava se trataba.
La novela tiene momentos que al principio me causaban risa como muertes repentinas, eventos desafortunados y situaciones que rompía con la lógica del contexto histórico en la que está situada, una vez que terminé de leer esta novela entendí que la autora usó los recursos del realismo mágico y creo que no se equivocó, de hecho me pareció bastante genial.
Y sí. Mientras avancé aparecieron las escenas de sexo, de acuerdo al estilo y manera de relatar de Laura Esquivel, no es algo que fue realmente erótico de leer ni mucho menos morboso, para aquellas mentes más exigentes, sino creo que fue justo a la medid. Es así que tenía razón aquel olvidado compañero que después de más de quince años al fin leí la obra que recomendó.
Lo que empezó muy lento para mí, terminó de manera muy abrupta, no sé si correcta o incorrecta, aunque fue un final bastante inesperado, violento y sobre todo maravilloso. Pues, recomiendo la lectura de Como agua para chocolate, gran obra no sólo latinoamericana, sino mundial también.
Jueves, 21 de enero de 2021
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