Poemas de Yukio Mishima

Poemas

Antes que acabe enero, deseamos compartir con ustedes una serie de poemas de un grande de la literatura universal como lo es el vate japonés Yukio Mishima

Nació un 14 de enero de 1925 en Tokio y  fue aquel escritor que tuvo como fuerte de inspiración, según varios entendidos, el cambio político, social y tradicional de un Japón Imperial a un Estado  “moderno” que se fue “occidentando” para lograr tan anhelado deseo.

Pero para Mishima lo fundamental era defender la tradición, ese que pertenecía más al país nipón rural, bajo una lógica señorial con fuerte arraigo al samurái japonés, y que se alejaba de esa idealización de un país industrial, militar y expansionista que aspiraban los más progres, posterior a la segunda guerra mundial.

Los poemas de Yukio Mishima están influenciados por ese constante cambio que experimentó Japón desde la caída del Shogunato Tokugawa y posterior Restauración Meiji, hasta aquella confrontación entre partidarios del divino poder del emperador que criticaban ahora a un simple mortal convertido en un “ministro” influenciado por fuerzas extranjeras.

Muchos expertos apuntan que la principal motivación de Mishima era aquella “alma japonesa” que no se dejaba influenciar por completo por aquel occidente que sólo veía en Japón un mercado más y no una milenaria cultura más rica e increíble que las propias naciones occidentales.

He aquí unos poemas de Yukio Mishima que esperamos te fascinen.

“Icaro”, poema de Yukio Mishima.

¿Acaso pertenezco al cielo?

¿Por qué, de no ser así,

el Cielo me ha determinado

con su incesante mirada azul,

induciéndome a avanzar y

elevando mi mente

hasta las cúspides,

me ha lanzado

a las últimas alturas

por encima de lo humano?

¿Por qué, si el equilibrio

y el vuelo han sido estrictamente calculados

con la mejor razón,

de tal modo que por imperio de

lo correcto-

por qué, no obstante, la vehemencia

por el ascenso

parece tan cercana a la locura?

Nada me satisface. La novedad

terrena muere pronto.

Pero yo soy impulsado más alto y

más alto, en la inestabilidad, hasta

llegar al resplandor del sol.

¿Por qué esos rayos de la razón

me queman, me destruyen?

Las poblaciones

y los arroyos serpentinos,

allá abajo,

son tolerables

mientras más nos alejamos.

Porque quieren persuadirme,

me ruegan, me argumentan

para que ame a los humanos

cuando son tan insignificantes

desde lejos- si el amor

nunca será la meta,

ni lo ha sido; ¿Podría entonces

yo pertenecer al Cielo?

No envidio la libertad del ave

ni ansío la cómoda naturaleza,

tampoco busco en la nada

la salvación

ante la extraña aflicción

por las alturas; antes bien,

mientras más me elevo

entro a las inmensas profundidades

del Cielo azul.

Desprecio todas las joyas naturales

porque están muy lejanas

del supremo placer.

Me deslumbra el vértigo

incandescente

de las alas de cera.

¿O acaso, después de todo,

pertenezco a la tierra?

¿Y por qué, si fuera así,

la Tierra se afana

en hacerme caer, y

no me deja pensar ni sentir?

¿Por qué La Tierra, indolente y

blanda, me llama con golpes

de platillos de acero?

¿para mostrarme que soy blando?

La Naturaleza me lleva al hogar

para que yo caiga,

mas no para que vuele.

La Naturaleza pertenece

a las cosas ordinarias.

¿Qué es más genuino, desde lo alto,

que mi pasión imponderable?

¿El azul del Cielo

es nada más que un sueño?

¿La Tierra, a la que pertenecí,

tramó, a nombre de lo efímero,

la intoxicación blanca y caliente

que acaba en un solo momento

con las alas de cera?

El cielo me castigó

por no haber creído en mí,

o por haber creído

demasiado; me comió el ansia

por encontrar la lealtad, o por

soberbia creí saberlo todo.

¿Y sólo por que he querido volar

a los confines

de los mundos conocido y

desconocido? Mundos

que se hacen uno

en el fragmento azul

de una idea.

 

“Morir”, poema de Yukio Mishima.

Morir
En el viento
Del suicida.

Morir combatiendo
La única muerte
De un guerrero.

Morir
Por el filo del sable
De muerte ritual.

Morir
Sabiendo que morir
No es más que mejorar
El instante último.

Morir de olvido
Como morimos todos
Finalmente, a los pies
De un tiempo criminal.

Morir de rosas
De crisantemos
De flores de ciruelo
Atravesadas por un grito.

Morir del otro lado
Del mundo
Donde haya un guerrero
Bajo el sol.

Morir imperial
Sin pedir perdón
Enfrentando al enemigo
Y siendo muerto por él.

Morir
Caudillo del cielo
Solitario jefe
De un idioma.

Morir
Con el sol en la frente
Como mueren los nuestros.

Morir
De rodillas al sable
Al símbolo divino
De los tiempos.

Morir
De caballos desbocados
De ideogramas en la frente
De seppuku, al amanecer.

Morir
Del otro lado
De las cosas.

Morir con honor
Por el acero entrañable
Decapitado por el camarada
Más querido.

Morir de mar
De isla
De corceles antiguos
De estampido.

Morir
De sangre nueva
Junto al escudo medieval
De los guerreros.

Morir
Y olvidarse de un mundo
Sin honor.

Morir incomunicado
Aislado por el ruido
Que el enemigo trajo
Para ayudarnos
A morir.

Morir con honor
Como un samurái
Como un poeta.

“Jisei no ku” de Yukio Mishima

“A los dioses clamo en mis últimas horas de vida en este mundo.
Mis pensamientos los entrego a mis antepasados, en los que busco cobijo.
Mi vida fue del Imperio, a él entregué mi corazón, y por él, vertí mi sangre y la de mis hombres.
Por mi pueblo, derramo hoy también mi sangre, definitivamente, con el pensamiento de que inunde las tierras por las que luché, para que crezcan fuertes, hermosas y salvajes.
Mi vida entera la ofrezco, mi muerte la acompaña; un sacrificio dispuesto para salvar lo mejor de mi mundo, de mi país y de su gente.
Deseo que permanezcan nuestras tradiciones, que surjan nuevos sensei, que instruyan, enseñen, eduquen a nuestros hijos; que les iluminen en la creencia de que algún día, un nuevo sol, más luminoso que el nuestro, acogerá a todos los pueblos en un gran abrazo.
Pido a los dioses de mi país que acojan mi alma, que la acunen entre sus brazos como hizo mi madre al nacer yo; pido alcanzar la sabiduría de mis ancestros, ser un Eirei más, recibido con alegría.
Quiero ser un espíritu más en el cielo de nuestros antepasados…”
Bajo la mirada hacia mi Wakizashi, la tomo en mis manos y la acerco a mi vientre…
En un suspiro, estaré con el Sol Naciente… Ni shuzushii kaze
El viento frío, indiferente,
pasa ante la muerte
Soy un guerrero, un soldado.
Sirvo a mi Señor desde tiempos remotos, eternos, continuando la tradición de mi familia, depositario de secretos y saberes prohibidos.
Soy un guerrero y hoy dejaré de existir.
Mi cuerpo y mi alma se forjaron bajo las enseñanzas de mi padre, samurái del antiguo clan Minamoto. Mis músculos se desarrollaron con los entrenamientos de los viejos sensei de nuestro ejército, para proteger nuestro mundo y conseguir sobrevivir a los acontecimientos, duros y oscuros que se cernían sobre todos nosotros.
Mis brazos sostienen mi katana en un último entrenamiento, en un desahogo de mi mente que espera, asustada, su final, su último combate, su encuentro con los kami, los protectores de mi hogar…
Recibo con alegría el último soplo del viento en mi cara, los últimos besos del sol, el aroma del cerezo, bendito sakura. Cierro los ojos y respiro profundamente, silenciosamente, mientras pienso en las últimas palabras que dejaré, en mi Jisei No Ku, y mis manos tiemblan…
Recuerdo a Haha susurrándome al oído:
-Hijo querido, eres el heredero de una gran dinastía, el llamado a proteger y guardar las puertas de un mundo especial, grande y poderoso; el imperio del sol naciente, sus territorios, su cielo de nubes llenas y de un sol rojo, cálido y lleno de vida. Un mundo que jamás se extinguirá…hijo mío, eres un privilegiado, guarda con tu vida a tu país y a sus tradiciones, y, cuando llegue el momento, sé capaz de morir por tu pueblo.
Vuelvo a suspirar recordando las sabias palabras de mi madre.
Ahora, en las últimas horas de mi vida pienso en lo que fue mi existencia, en las vidas que segué con Arashi, mi eterna compañera, mi fiel amiga.
La muerte me sigue adonde quiera que yo vaya. Como una fuerza de la naturaleza, no puedo evitarla. La enfrento, la esquivo, pero siempre me alcanza.
-No te quiero, no te necesito-, le digo al viento deseando que le llegue mi mensaje.
-¿Por qué insistes en viajar conmigo? si lo que deseas es hacer íntimos amigos, no me permitas intervenir, no cuentes conmigo. Si quieres almas, búscalas por tu cuenta, déjame que camine solo.

Viernes, 29 de Enero de 2021

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