Otro año más en que la pandemia y el toque de queda acompaña este día del padre en nuestro país, mientras algunos apoderados ya no saben qué hacer con sus hijos en los hogares porque éstos no pueden regresar a clases aún por la gran crisis sanitaria.
A diferencia de aquellos padres que ruegan porque sus hijos vuelvan a los colegios, yo me siento muy afortunado, por si preguntan, al poseer un trabajo “part time” que me ha permitido el tiempo necesario para presenciar cada instante, detalle y quien sabe qué más, como mi única hija en estos momentos ha ido creciendo, algo que me hace feliz.
El mejor regalo que puedo recibir en estos momentos, sonando súper cliché, es que mi hija se encuentre bien de salud, alegre y con deseos de aprender todo tipo de cosas que la rodean, aunque eso no me preocupa nada, ya que Emma es un alma curiosa, despierta y muy traviesa por naturaleza.
Si fuera por mí, dejaría las cosas tal cual, es decir, me encantaría trabajar poco (ganando lo suficiente para sostener mi hogar) con tal de estar todo el tiempo posible junto a mi hija, pese a que en estos momentos me ve como su gran amigo de juegos y no soy una gran autoridad como su mamá jeje yo feliz porque me considere para sus gratos momentos de infancia, aquellos que siempre nos marcan por el resto de la vida.
Cuando era niño no recuerdo que mi padre jugara mucho conmigo, sobre todo en plazas o en la calle, sí recuerdo que me inculcó ayudar en el hogar: tenía que lavar loza, secar, barrer, tratar de ahorrar, etc. También me inculcó interés en el tenis como me enseñó a jugar el ajedrez y la dama, sin olvidar que me enseñó a ser humilde y ser agradecido.
Sé que cada paternidad es diferente y no se puede comparar con otra porque detrás están los deseos de ser padre, horarios de trabajo, relaciones amorosas, carencias afectivas y otras condicionales que si afectan un rol tan importante como lo es intentar ser el guía de otro ser humano que se está intentando abrir paso en este mundo.
Pero yo siempre he dicho que no me quiero parecer a mi padre tanto en las cosas malas como positivas, anhelando en mi interior ser un buen padre, diferenciándome con el mío a partir del sentimiento de que yo si quería ser uno y no como él, quien tal vez nunca quiso ser papá, algo que está bien si era su deseo más sincero e intimo.
Sin embargo mi padre lo fue y es mi ejemplo más cercano, más bueno y malo, con el cual yo apoyaré mi filosofía de paternidad por el tiempo que se me ha concedido en estos momentos tras el nacimiento de Emma, uno de los eventos más mágicos de mi existencia.
Siempre he dicho que quise ser padre. Ahora, sostengo que no me importa que mi hija me vea como su gran amigo de juegos, porque todas las cosas llegan a su debido tiempo y orden, por esa razón ya llegará el momento en que Emma me verá más allá de los juegos de dinosaurios, escondidas y a pillarnos tal cual ocurre hoy, cuando tenga que explicarle cosas tan difíciles de entender a un infante como ¿por qué los pollitos dicen “pío, pío, pío” cuando tienen hambre o cuando tienen frío?, ¿por qué sale el sol para despertarnos? o ¿la luna es de queso? ¿se puede comer?
Quiero vivir cada etapa al máximo posible con la sincera y expectante idea que algún día Emma no tendrá nada con que reprocharme cuando ella sea testigo que di todo por su felicidad, lo que es mi ahora, eterna y máxima preocupación en esta vida como en la otra cuando tenga que llegar (que críptico me puse jaja).
No me quedaré sólo con las lindas palabras, los buenos deseos y anhelando que aquel sentimiento se concrete por arte de magia o por voluntad divina, sé que debo trabajar muy duro y estar dispuesto en aprender todo lo que sea posible, porque tal vez algún día seré el ejemplo de paternidad de mi hija y deseo finalmente que ella me vea como alguien digno a seguir
Domingo, 20 de Junio de 2021.
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