Diego de la Huerta

PEÑABLANCA-. El entrevistado de esta ocasión se dedica a trabajar la tierra no por un fin meramente económico, sino también porque se ha convertido en su filosofía de vida y algo que ama hacer, como nos cuenta Diego Santander, mejor conocido como “Diego de la Huerta”.

Diego vive en estos momentos en la Quebrada Escobar en Peñablanca y nos adentra en aquella ardua y apasionada labor que es la creación, mantención y recuperación de huertas, ya sea en espacios públicos (o en la naturaleza misma) y/ o privados, según logramos entender.

Todo comenzó cuando tenía más o menos entre once o doce años de edad. Plantó una papa en el patio de la casa de sus padres, la cual ya poseía un brote, entonces jamás imaginó que aquel evento, algo que  considera un hito en su vida, terminaría por maravillarlo y determinar en él un fuerte deseo en seguir un camino que lo condujera a saber más sobre la agricultura, cuando fue testigo, tiempo después, de cómo aquel suelo el cual no trabajó brotaron frutos de su primera papa plantada.

Experimentar, equivocarse, aprender a observar (el entorno, a las personas, las plantas, los insectos y el clima)  y leer bastante se volvieron parte del eterno aprendizaje de Diego, quien a través de la creación, mantención o recuperación de huertas nos ha expresado que pretende la reivindicación del cuidado de la tierra, a través de un cultivo menos dañino e invasivo.

Estudió por muchos años Agronomía en la universidad (otro hito para él), pero se dio cuenta que no fue la experiencia que esperaba vivir o al menos, la cual imaginó.

Según nos cuenta, jamás pudo aceptar aquellas enseñanzas de la explotación de la tierra, el uso de agroquímicos, insumos sintéticos, de pensar más sobre lo económico que lo medioambiental y al final eso lo llevó a considerar que aquello no era agricultura, sino destrucción de la tierra misma.

Así que abandonó la carrera y por avatares de la vida, o el destino mismo, empezó a trabajar de manera independiente y poco a poco se fue haciendo de un nombre, de conocidos y de mucha experiencia que lo condujeron a ser la persona que es hoy en día, un emprendedor en el milenario arte del trabajo de la tierra.

-¿Cuándo te convertiste realmente en “Diego de la Huerta”?

-Ese es otro hito también. Cuando empecé a “formalizar” la actividad transformándola en un emprendimiento que al principio sentía que era un juego.

-Me invitaron a una feria aquí en Peñablanca, a un costado del Líder, y empecé hacer almácigos de hortalizas, porque yo hacía para mi huerta. Creo que en la universidad alguien me preguntó para vender por primera vez. Pero en la feria sentía que jugaba a la tiendita en el primer día, entonces a quienes vendía me preguntaban y comencé agarrar vuelo. Fue algo novedoso para la gente por el formato y lo virtuoso.

-Cuando llamaba a las personas, por algún pedido o alguna huerta, para identificarme y decir de qué se trataba les decía “habla Diego, el de la huerta”, y a mí me gustó como sonaba.

-¿Tú has disfrutado todo este proceso creativo?

-Sí, ha sido entretenido. Además, no siempre lo veo como un trabajo porque no se trata solamente de un motor económico, sino hay un trasfondo de todo tipo, que abarca todos los aspectos de la vida de una persona.

-¿Se convirtió como en una filosofía de vida  y de ver el mundo de alguna manera?

-¡Exacto! Eso mismo. Lo he ido moldeando, adaptando y sigue siendo así.

-¿Cómo ves esa concepción de que cada vez el mundo se tecnologiza más, se digitaliza y cada vez se llena más de cemento?

-El avance de la urbanización junto a la excesiva tecnología, aunque no es ni buena ni mala depende de cómo se usa, por ejemplo, estas redes sociales igual ayudan a fomentar este emprendimiento o permiten crean lazos con emprendimientos afines, pero tiene su contraparte que hace que la gente se aletargue, sea más holgazán,  se coarta la creatividad, teclean en una pantalla todo el día y eso igual interrumpe conexiones cerebrales.

-Cuéntanos cómo haces una huerta y cómo lo trabajas.

-Mi huerta no la tengo en esta casa, la tengo en otro lugar que queda en los Coligues (más hacia el cerro), Quilpué, que es un lugar muy nativo, natural, y ha sido difícil porque me ha tocado todas las dificultades que le podría tocar a alguien que quiere cultivar la tierra.

-En un lugar muy nativo la agricultura no es muy natural, por eso yo no le pongo apellido como “ecológica”, porque de hecho la agricultura es antiecológica porque necesita ocupar un lugar dentro de la naturaleza.

-Como es una actividad inventada por el humano no existen diez hectáreas de choclos en ninguna parte de la naturaleza  o en un bosque una hilera de lechugas creciendo, al contrario si dejas una lechuga creciendo  se transforma, cambia y se adapta a un ambiente silvestre, y vuelve a lo que era antes de ser domesticada, porque muchas plantas han cambiado su morfología.

-He tenido que lidiar con conejos, ratones, pájaros, con mis perros, trato que existan coexistan la mayor cantidad de seres vivos posibles, ya que es uno quien está irrumpiendo ahí y no hay que pretender que vamos a tener todo para nosotros, también hay que aprender a compartir, aunque hay que fijar los límites, porque si ellos se pueden comer todo, se lo van a comer.

-Los contextos para hacer agricultura (cerro, bosque, campo, ciudad, etc.) son muy distintos y hay que ingeniar la forma de hacerlo.

-Cuando hablamos de huertas ¿siempre nos referimos a cosas comestibles?

-Claro, a verduras principalmente. También se incluyen las plantas medicinales que son un buen complemento para las huertas porque ayudan a crear  biodiversidad que atrae insectos benéficos y también repelen insectos plagas, es cosa de incorporarlas en los alrededores y no en la huerta misma porque ahí privilegiamos la hortalizas que crecen más rápidas y de temporadas.

-¿Qué trabajas, por lo general, en huertas de tus clientes?

-Para empezar el que manda ahí es el clima, de todas las temporadas, según la época del año. Entonces, cuando es la primavera-verano harto tomate (cherry y limachino) y me dedico a recuperar variedades antiguas, sabrosas…eso es lo que más se pide generalmente.

-En otoño-invierno aparecen lo que es repollo, brócoli, coliflor y las habas que piden tanto, porque es un cultivo bien bondadoso y simple, en donde no necesitamos muchos cuidados.

-Lo que sí todo el año piden son lechugas, cilantros, acelgas, perejil, que son rápidas de crecimiento entonces las puedo colocar en lugares pequeños, en macetas y  va resultar igual.

-¿Cuál es tu disciplina?

-Depende mucho del contexto de lo que me exija el momento, no soy rígido, me voy amoldando. Por ejemplo, en la temporada de agosto hay que preparar el suelo para primavera verano y hay me pongo estricto conmigo mismo para cumplir con los tiempos y con las actividades que hay que hacer, para ser puntuales con las cosechas.

-¿Cómo ha sido para ti el uso de las redes sociales?

-Al principio era un poco reticente en usarlas porque soy tímido  y no me gusta mostrarme mucho, pero vi que era necesario  si uno está haciendo un emprendimiento y llevarlo a más gente.

-Esto me ha permitido conocer a otras personas que están haciendo cosas parecidas y que me ha permitido compartir también experiencias, llegar a otros lados, otras zonas, aunque estoy bastante acotado en el rango del territorio (abarco desde Valparaíso hasta Quillota).

-¿Algún último comentario?

-Considero que mi actividad, el cultivo de la tierra, es un motor de cambio, de transformación de la sociedad hacia una convivencia más sana, más comprensiva con el entorno en que vivimos.

Diego de la Huerta prefiere ser emprendedor, ser su propio jefe, controlar sus tiempos, a pesar que en ocasiones le preocupa como a todos el dinero (“la estabilidad”), él dice que no hay que preocuparse cuando se están haciendo las cosas bien, cuando sus productos son de buena calidad, ya que aparecen compradores que dan fe a esas palabras.

Él vive el día a día, temporada tras temporada, sin ir más lejos. Se guía por su intuición, por lo que siente, no cree en aquello que la sociedad ha impulsado como es tener un título profesional, un cartón, con el fin de ganar dinero, respeto y esas cosas.

Diego nos revela que casi no tiene tiempo libre como tiene prohibido enfermarse, por esa razón debe conservar un buen estado físico, aunque cuando puede sale a pasear hacia el cerro junto a su polola para visitar lugares naturales y disfrutar de la belleza de los paisajes como del medio ambiente per se.

Y se presenta en ferias artesanales y ecológicas, como también realiza talleres de cultivos para aprender a cuidar de la tierra, en donde aprovecha a enseñar su filosofía de vida como demostrar que siempre hay maneras de cultivar algo en todo tipo de suelos e incluso en donde no hay suelo.

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Sábado, 20 de marzo  de 2021/Entrevista #85

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Mario Salazar, gran locutor de la radio porteña

 

 

 

 

 

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