Poesía de Anna Ajmátova

Anna Andréyevna Ajmátova (1889-1966) mejor conocida como “Anna Ajmátova” fue una destacada poeta rusa que formó parte de la Edad de Plata de la literatura de su país y fue una de las representantes de la poesía acemeísta.

La poesía de la vate es considerada como una contra respuesta ante la vaguedad y la decadencia del misticismo en el simbolismo, en donde la rusa a través de un estilo sencillo, disciplinado y claro escribió a favor de imágenes concretas y de la realidad inmediata (de la época), teniendo como principal referente literario a su maestro, poeta y novelista ruso, Alexander Pushkin.

Tras la “Revolución rusa” en 1917 Anna perdió a gran parte de su familia y sufrió las consecuencias por su disidencia al oficialismo ruso e incluso padeció el rechazo de otros escritores a lo largo de su vida, como lo que aconteció en 1946 cuando fue expulsada de La Unión de Escritores Soviéticos, lo que la impulsó a escribir ensayos y poemas sobre el tema, siendo uno de los más importantes “Requiem”. 

Anna Ajmátova recibió muchas distinciones a pesar de lo anterior, y antes de morir al fin recibió el reconocimiento literario de sus pares y en su funeral, celebrado en la Catedral de San Nicolás, en San Petersburgo, se realizó un acto multitudinario para despedir a la gran poeta rusa.

Poesía de Anna Ajmátova

A la ciudad de Pushkin

1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
más a lo lejos verdecía el parque…
La aurora más rosada que ella misma
fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
a primer beso…

2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres,
pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo.
¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte
y en los días violentos olvidé el fluir de los años.
¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte,
yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló.

El poeta

Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada
Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada.
Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos
Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos.
Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver
Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier.
Tomo lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno
Un poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno.

La musa

Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
«¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?»
Y ella responde: «Yo soy aquella.»

Aquí está la orilla del Mar del Norte

Aquí está la orilla del Mar del Norte,

la frontera de nuestros triunfos y fracasos:

ni la felicidad ni pena encuentro…

Y tú lloras y a mis pies te inclinas,

pero yo necesito más condenados:

prisioneros, deudores, esclavos.

Sólo con un inquebrantable, querida,

compartiré el pan y la sangre.

Lunes, 26 de Febrero de 2024

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