Blog de Papá #10: Día del Padre 2020

En este domingo tan especial para muchos papás deseo recordar (más que a mi padre) a uno que ya no está entre nosotros, como lo es mi querido y difunto abuelo Alejandro Fuentes.

El “Papi” era el corazón, motor y pilar de mi familia materna. Con su partida comenzaría el declive familiar que muchos experimentamos sin dudas algunas, ya sea para bien o para mal.

Mi abuelo era un hombre que vivió siempre pensando en el bien de su numerosa y robusta familia, tal vez se habrá equivocado en algunos casos, pero ¿qué padre no se equivoca alguna vez pensando en lo mejor para su  familia?

El Papi era oriundo de Talcahuano, de una humilde familia de algún lugar que mi madre ya no recuerda cómo se llamaba y que pertenecía a un Chile muy distinto al que conocemos hoy en día.

Mi abuelo nació un 10 de agosto de 1934 en una década en donde la cesantía, el caos político y las consecuencias de la Gran Depresión afectaban a nuestro país manteniendo muy altos los índices de pobreza y analfabetismo en cientos de miles de chilenos.

Es por esa razón y otras más que mi abuelo tuvo la necesidad de trabajar a muy temprana  edad, algo que forjó su carácter y también creó conciencia en él sobre su lugar en esta tierra.

Entonces fue muy inteligente al aprovechar la gran oportunidad de su vida. Según mi madre, cuando mi abuelito se encontraba trabajando en el antiguo muelle de Talcahuano conoció a un sargento de la Armada de Chile, quien por alguna razón vio algo en él.

Esta persona le propuso a mi Papi considerar una vida en la marina en donde podría asegurar un futuro mejor para él y para su familia, ya que su presente no era algo bastante prometedor.

Así fue como mi abuelo decidió ser uniformado, a pesar de no saber leer ni escribir bien ingresó a las filas de las FFAA y fue algo que cambió su vida para siempre.

Padre
Mi abuelo junto a su amada esposa y mi abuela, Marta Farias.

Se las arregló para aprender a leer y escribir mientras aprendía el oficio de ser marinero, convirtiéndose así no sólo un ejemplo a seguir en nuestra familia sino también para sus propios camaradas de armas.

De la vida militar de mi abuelo no sé mucho, era muy pequeño cuando me dejó a raíz de una triste enfermedad, pero también fui militar como él aunque por dos años y fue una manera de conocer la vida de mi abuelito que jamás tuvo la oportunidad de contarme o al  menos yo recordar bien.

El Papi, por lo que recuerdo, siempre disfrutaba cocinar en casa. Preparaba los almuerzos en una olla muy grande y siempre como a la misma hora tenia lista la comida para todo un cuartel.

Creo que gracias a él disfruto mucho el arroz ahora. Él lo preparaba de tal manera que muchos en la casa nos peleábamos por  “raspar la olla” literalmente, ya que siempre esperábamos comer aquel tostadito arroz que sobraba en lo más hondo de aquella enorme olla y que ahora me pregunto qué habrá pasado con eso.

También recuerdo que disfrutaba mucho de las caminatas con él porque solía llevarme hasta el colegio, desde Santiago Severin hasta Monte Alegre, sorteando todo tipo de escaleras y pasajes que disfrutaba mucho transitar.

En aquellos viajes a pie, en donde el Papi se quejaba porque mi padre no le pasaba plata para la micro, él nos narraba en ocasiones ciertas historias que por desgracia se perdieron a través del paso del tiempo, aunque recuerdo una muy bien.

Él solía decir que las nubes del cielo que tanto me gusta mirar estaban hechas de harina para hornear pan y como yo le creía sin dudar, imaginando que los panaderos se lamentaban por perder tanta harina.

También por alguna razón no le gustaba que compartiéramos nuestros dulces con nuestros compañeros de clases, porque consideraba  que ellos tal vez no tendrían la misma sutileza con mi hermano o conmigo, y a veces tenía razón el viejito.

Mi mamá decía que mi abuelo estaba orgulloso y feliz de nosotros (de Alejandro y de mí), que siempre nos defendía de los retos de mi padre y que le encantaba mimarnos.

Mi abuelo es una persona que hasta el día de hoy extraño con mucha pena y tristeza, tuve la fortuna de conocerlo, a diferencia de otros primos, y por los años que compartimos a su lado éramos los regalones de él, sin ninguna duda.

Sin embargo, nada es para siempre, ni el hombre, ni la naturaleza ni nada, todo debe irse de este mundo para seguir cumpliendo con un ciclo sin fin.

Era ya casi fin de año en 1994. Ese día me encontraba en el antiguo y ya desaparecido colegio San Luis en Monte Alegre, en donde me divertía dibujando y pintando una canchita de fútbol con diversos jugadores.

De pronto apareció mi primo Miguel, quien lamentablemente murió en 2010, para irnos a buscar a mi hermano y  a mí. Nos dijo que iríamos a pasear a un lugar bonito y que todos nos esperaban en la casa. A penas éramos unos niños de seis años de edad más o menos, así que con mucha ilusión y alegría creímos en su historia.

Ese día jamás lo he olvidado, aunque curiosamente jamás supe con exactitud la fecha de la muerte de mi abuelo porque era apenas un infante que estaba aprendiendo el calendario y después cuando crecí fue algo que jamás tomé en cuenta hasta ahora.

Ese día también marcó para mí un antes  y un después: comprendí lo que era la muerte por primera vez y también descubrí aquella sensación de que jamás volvería a ver a un ser amado.

Una parte de mí murió ese día y otra nació, por consecuencia.

Mi abuelo  ha sido la persona que más he admirado y respetado en toda mi familia. Él ha logrado cosas que hasta el momento nadie ha igualado ni siquiera yo.

Desde la nada misma fue capaz de construir una numerosa familia, ser el sustento y pilar fundamental por muchísimos años hasta el día de hoy,  e incluso estando muerto parte de mis familiares aún siguen dependiendo de él ¿lo pueden creer?

La vida después de la vida

A veces me pregunto si mi abuelo estaría orgulloso de mí ahora si estuviera vivo.

Siento que no he logrado ni la mitad de las cosas que él logró solo. No me he sacrificado en comparación a lo que él hizo por toda nuestra familia.

En este día del padre, no sólo debemos honrar a quienes están vivos sino también recordar aquellos que se han ido y sobre todo quienes forjaron en nosotros valores o creencias que determinaron nuestra forma de ser.

Tuve la fortuna de crear recuerdos y momentos junto a mi abuelo, antes que el cáncer lo arrebatara de nuestro lado.

Creo que nunca he tenido su fuerza ni mucho menos su visión para concretar cosas importantes como lo es tener una casa propia o valerse por sí mismo en esta vida.

Desearía haber aprendido más de mi abuelo, que me haya aconsejado cosas importantes de la vida en momentos en que me sentía completamente inseguro y sobre pasado.

En los momentos más difíciles de mi existencia  siempre le hablé a él, esperando algún tipo de señal e incluso esperaba encontrármelo en algún sueño.

Creo que al menos dos o tres veces, como máximo, soñé que podía escuchar con mucha claridad su voz y fue algo maravilloso.

Desde que murió hasta estas palabras, sólo cumplí una promesa, ya que sólo una promesa hice con él, algo que fue bien tonto y del momento, aunque lo concreté.

De aquello han pasado casi 30 años  en donde el mundo cambió y yo también.

Cuando murió mi abuelo Chile estaba saliendo de una dictadura, estaba prohibido en nuestra casa hablar de religión, fútbol o política, mi familia materna vivía prácticamente todos juntos y no existía mayor conciencia con el cuidado de los animales, entre otros puntos.

Hoy, todo es diferente, pero mi cariño y amor por mi abuelo no ha cambiado,  por el contrario en estos momentos lo recuerdo con mucha intensidad, desearía ser digno de él, que me transmita su carácter y fuerza, y sobre todo, que se  manifieste de alguna manera.

Mi abuelo es aquella imagen que me ata hacia aquel pasado en que yo me consideraba completamente ingenuo y curioso de todas las cosas que me rodeaban, cuando el partió se llevó eso con él, ahora le pido que me devuelva al menos un poco de ambas.

¿Para qué?

Deseo recuperar aquel  niño interior que habitaba en mí para volver a tener algo de fe en este mundo que es bastante cruel y oscuro, para concentrarme en las cosas lindas que nos puede ofrecer la vida y que sólo podemos observar cuando nuestra alma no está contaminada.

Mi curiosidad también se apagó y es algo que deseo que regrese,  a pesar que soy periodista, debo ser uno de los menos curiosos que he conocido en la vida jaja.

La vida es un momento, a veces puede ser simplemente una fotografía o todo un film cinematográfico en donde nos aferramos a un recuerdo para sustentar toda una filosofía de vida.

Eso era mi abuelo para mí, a veces una fotografía o a veces una película, en donde yo decidía desde que perspectiva la contemplaba, para que me transportara hacia aquella época en donde veía el mundo con otros ojos, pero a su lado, del hombre que más he admirado en toda esta vida.

Domingo, 21 de Junio de 2020.

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