
Los cantos y ecos de guerra de los gatos que provienen desde las entrañas de la oscuridad alarmaron a un viejo conserje que batallaba para no quedarse dormido en su turno nocturno.
De pronto, sin que el ya senil trabajador tuviera mucho tiempo para reaccionar, observó acercarse un desconocido vehículo, cuyos focos altos molestaron la vista del conserje que ya no prestó atención a los gatos que siempre moredean por el lugar.
En un mecanizado reflejo, tras repetir millones de veces la misma acción, el nochero presionó el botón que permitió el acceso al condominio a un desconocido conductor que no fue ni siquiera capaz de bajar la ventanilla para saludarlo y de paso identificarse, grave error de todos modos por parte del nochero.
La persona que ingresó al condominio para encontrar refugio a lo que alguna vez llamó hogar fue María Paz, destacada y muy experimentada médica cirujana que además es propietaria de un departamento. Pero, que ningún residente la reconocería tras verla en el deplorable estado en el que llegó. Es como si un demonio hubiera devorado toda su alma y escupido los restos de alguien que ya no volverá a ser la misma persona por el resto de su desafortunada existencia.
Una vez que la médica se amparó en el interior de su departamento se dirigió hasta donde guardaba toda clase de bebidas alcohólicas. Del pequeño botellero observó una carísima botella de pisco, reposado por muchísimos años en un fino roble y bajo una absoluta oscuridad. Olvidó que la compró para celebrar algo especial. Así que escogió el pisco de cuarenta grados, lo destapó y bebió directo de la boca de la botella el embriagador contenido que no sólo quemó sus labios y garganta, sino también consumió la desesperante y violenta sensación que desgarraba a su pecho.
María Paz no tardó en padecer los efectos del alcohol. De hecho, eso evocó el recuerdo del primer hombre que ella amó, Edelberto. Aquel ex amor que conoció en el humilde barrio en el que crecieron juntos, mientras aún estudiaba en el liceo, soñando con que algún día se convertiría en doctora.
Edelberto se comprometió para sí mismo ver a su amada novia convertirse en lo que ella deseó. Él se esmeró para que nada le faltara a lo largo de sus estudios secundarios. Con mucho esfuerzo y el apoyo de todos, María Paz logró cumplir su deseo e ingresó a la carrera de medicina, algo que alegró a la joven pareja que se prometieron un montón de cursirerias e imaginaron un hermoso futuro juntos.
Sin embargo, la relación entre ellos dos cambió cuando María Paz empezó a frecuentar a otras personas, vivir nuevas experiencias y se dejó influenciar por los consejos de su madre y de personas que se desvanecieron por completo de su vida con el paso de los años, recomendándole a ella terminar con aquel hombre que ni estudios secundarios concluyó.
A través de una fría e indolente carta, que no entregó en persona sino su madre a Edelberto, para facilitarle el trabajo, María Paz terminó con su primer amor que siempre creyó que alguien embrujó a la mujer que más amó y que fue el verdadero culpable de toda esta situación.
El citófono sonó horripilante e interrumpió los recuerdos de la mujer que intentó ponerse de pie para contestarlo, aunque fracasó en el intento. El estridente llamado continuó y María Paz ignoró esta vez la llamada del conserje que ha recibido varios reclamos por ruidos molestos provenientes del departamento de la médica cirujana.
El citófono dejó de sonar. El silencio reinó como siempre en aquel solitario lugar en donde alguna vez albergó al ex esposo e hija de la médica que aburridos por ciertas situaciones, decidieron abandonarla.
María Paz ya no se reconoció a sí misma ni mucho menos podía asegurar que todo lo que sacrificó valió la puta pena, mientras empezó a balbucear el nombre de Edelberto que resonó intenso en su ebrio corazón que no paraba de latir con fuerza cuando evocó toda clases de recuerdos con él.
La médica cirujana creyó que al dejar a Edelberto y luego haber conocido a otro hombre con quien formó una pequeña familia, sería capaz de olvidarlo, pero cuando se enteró por su madre, antes de egresar de su carrera universitaria, que Edelberto se casó con otra mujer y esperaba a su primer bebé, aquella noticia se convirtió en un fantasma que le penó a lo largo de su vida, ya que la sola idea de imaginárselo a él feliz, al lado de otra persona que no fuera ella, la persiguió sin importar el lugar del mundo al que fuese.
Por eso pensó que si trabajaba con toda su dedicación y esfuerzo podría olvidar la herida que jamás cicatrizó. María Paz se convirtió en una gran profesional, admirada por sus colegas y querida por sus pacientes, obtuvo diversos reconocimientos, viajó por el globo e impartió clases para compartir sus conocimientos. En algún momento de la vida ella creyó haber acabado con su fantasma. No obstante, de un momento a otro, la vida detuvo la tregua y los intereses que cobró fueron elevados.
De alguna manera, ella logró llegar hasta su desarmada cama para beber hasta la última gota de alcohol, pero arrojó con vehemencia la carísima botella de pisco que se partió en cientos de trozos y que colmó la paciencia de sus vecinos que a primera hora pondrían reclamos en el libro de conserjeria y directamente a la administración. Con todo el show que protagonizó la borracha mujer, el conserje perdió por completo el sueño, ya que constantemente recibió llamadas y tuvo que anotar las desagradables novedades.
Antes de entregarse a un profundo sueño, María Paz revivió aquel fatídico momento que vivió hace tan sólo algunas horas atrás en el hospital. De emergencia llegó un paciente en riesgo vital. María Paz estuvo a cargo de la delicada cirugía y a pesar que batalló para mantener con vida al paciente, por desgracia el hombre no soportó las graves lesiones producidas por el accidente vehicular que provocó un imprudente conductor y murió en el pabellón de la mujer. La médica cirujana quedo destrozada al no ser capaz de salvarlo y quedo aún peor cuando supo que el desafortunado sujeto que feneció en su quirófano era Edelberto, el primer amor de su vida y que después de más de treinta años sus caminos se volvieron a encontrar, aunque no de la manera que ella a lo largo de muchos años imaginó.
-Dedicado a la memoria de mi padre, Sergio Muñoz, “El Parrita”-
FIN.
-Cuento #16-
¡Abrazo literario!
Sergio Muñoz es periodista y escritor. Publicó en 2022 “Entre el Cenit y el Abismo. Y otras ficciones”. Puedes seguirlo a través de su cuenta de Instagram y Facebook.
Jueves, 30 de Mayo de 2024