El gran poeta rumano Mircea Cărtărescu

Mircea Cărtărescu
Foto: buensalvaje.com

Ferviente lector, oriundo de una humilde familia de campesinos en Bucarest, es considerado el poeta rumano más relevante y siempre coqueteando con el Nobel de Literatura, Mircea Cărtărescu es un señor de la poesía que deben leer.

“El Levante”, “Nostalgia” y “Cegador” entre otras obras, considerados por la critica como los mejores trabajos poéticos de quien considera a los libros como uno de los mejores inventos de la humanidad.

Disfruta esta colección de algunos de los poemas de Mircea Cărtărescu.

Nubes sobre el bloque opuesto

No puedo hacer que la aguja de la brújula se mueva a través de la concentración.

Lo intenté. No puedo hacerlo.

No puedo canalizar la imagen de un naipe. Lo intenté.

Quería levitar y concentrarme media hora

y me sentí loco, acostado de espaldas en una cama deshecha, sudando.

Traté de hacer que una mujer me mirara en el metrop supuesto, ella no miró.

¡Señor, no soy tu elegido!

El mundo no cambia para mí.

No amo lo suficiente, no tengo suficiente fe.

No tengo un aura alrededor de mi cabeza

y no me has mostrado, no has dado una señal.

Sostengo el mantel entre mis dedos:

sin ceder, sin elevarse en vapor rojo.

Toco el cabello de mi niña, los rizos:

oscuro, dorado, suave.

Nada confunde mis sentidos. No hay ilusión.

Mi mente es un suave espejo del mundo.

Liso y plano.

No hay rasguño.

No hay vida pasada, ninguna criatura ectoplásmica.

No hay Agartha, no hay Shambala

no hay Maya, lo que viene en sueños

es solo el maquillaje de la nada.

Miro la llama de la estufa, hipnotizado,

sabiendo que vine de un útero,

sabiendo que me iré en un ataúd o mancharé la tierra con mi sangre.

No seré yo quien encuentre la grieta.

No seré yo con la cabeza vuelta en la foto de grupo.

 

Mi sueño es una grabadora

solo se necesita muy poco para ser feliz

cuando terminé mis meditaciones sobre el infinito

cuando mis delirios de grandeza se disolvieron

cuando la marca en mis huesos y collar se desvaneció

cuando de repente dejé de pensar en mí mismo como

Jesús, Bob Dylan, Gauss y Vonnegut

(jr.) al mismo tiempo cuando

la palabra pronto tuvo sentido para mí

y lo diré de nuevo: cuando parezca

que las nubes nunca toman forma de guitarra, torno, carrusel, lata de café

regla deslizante, clavícula o muelas del juicio,

cuando me doy cuenta de que no tengo más remedio que vagar

manos en mis bolsillos

entre colores en ruinas,

cuando supe que no pienso con mi cerebro, y nada depende de mí

y no me detendré ahí:

cuando me vi obligado a tener un departamento y un trabajo

pero pensé que esta vida era demasiado pobre para mí

cuando estaba lleno de lunares, tumores benignos me taladraban

cuando leo a Dostoievski sin hacer una mueca

cuando yo, el maravilloso espectáculo, hice cola en la tienda,

pensé en comprar una grabadora de carrete a carrete

Kashtan, dos mil dólares,

porque me gusta más escuchar musica

y me encantaría tener algo tan lindo

escuchándome

a menudo

saliendo de la escuela, paraba en las tiendas de electrónica

en Strada Doamna Ghica

y vi la hermosa grabadora que me prometieron

su linda figura cuadrada

sus suaves e inteligentes carretes

sus LED verdes parpadeantes

allí, en exhibición

entre dos delicados altavoces negros

y ahora ella es mi sueño, cuando todos los demás sueños se han ido.

Ah su plexiglás, carretes hipnóticos

sus giros irregulares y perezosos…

 

Fragmento de “El ojo castaño de nuestro amor”

Como si, al escribir, cada línea que trazo en la página con el bolígrafo se cubriera de moho y cada página que dejo atrás, cubierta con mi escritura, se abarquillara, amarilleara y se retorciera como una hoja seca. Pero yo seguiría escribiendo igualmente cada vez más rápido, para que no me alcancen el desastre y la desgracia. …

Como si, al releerme, cada fotón que choca contra mi página, rebota y atraviesa mi retina envejeciera sobre la marcha, se arrugara como un grano de pimienta y, en lugar de luz, brotara de él un polvo sofocante, como el polvillo de las alas de las mariposas muertas, clavadas con un alfiler oxidado en el insectario. …

Como si, al comer, la cuchara en la que la sopa gira lentamente, arrastrando en su giro un fideo, se oxidara en Ada-Kaleh, Ada-Kaleh… 8 el trayecto del plato a la boca, se corroyera y cayera convertida en migajas de óxido sobre la holanda pura del mantel, y solo una bola de sopa, blanda y en continua remodelación, siguiera levitando en el vacío hasta llenarse también ella de gusanos y tijeretas. …

Como si, al hacer el amor, los billones de barquitos de papel liberados por mi vientre penetraran en el vientre de mi esposa, en el interior de una geografía desconocida y extraña, atravesaran gargantas terribles, cataratas implacables, naufragaran en tierras llenas de conchas, se precipitaran por las trompas traslúcidas, ardieran al rozar las paredes y fueran atrapados por seres sin ojos hasta que un solo velerito se detuviera en las aguas tranquilas que rodean la abrumadora, redonda fortaleza. Y allí, bajo un cielo de tormenta, esperara la ruina, la ruina total, la ruina ilimitada. No ha quedado ni una piedra de aquella ciudadela ovariana. …

Como si los puentes se derrumbaran a mi paso. …

Como si las estrellas explotaran después de caer dormido. …

Como si nuestra memoria fuera un osario. …

Como si nuestra mente fuera una campana resquebrajada.

Sábado, 19 de junio de 2021

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