Antes que mi padre partiera, fui testigo de cómo su mente lo transportó hasta un lugar más feliz, para encontrar paz mientras rememoraba bellas fotografías de su vida.
No sólo fui testigo de su muerte, también fui testigo de su última sonrisa, de sus últimas palabras evocando su mayor amor, mi madre, antes que su voz se extinguiera por siempre.
Diez años exactos han transcurrido desde que “El Parrita” nos tuvo que dejar por aquel repentino y fulminante cáncer que silencioso se apoderó de él hasta el instante en donde las palabras y el llanto ya no alcanzan comprensión alguna.
Diez años es mucho pasado en la vida, en la muerte un simple parpadeo.
Aún recuerdo el momento exacto cuando me enteré que mi papá padecía un cáncer. Regresaba de un fantástico viaje universitario por las tierras que vieron nacer al clan Parra y a el Chacal de Nahueltoro. Jamás imaginé que a mi regreso la familia que conocía ya no sería la de siempre.
Mi papá murió sin aceptar su cruel destino. No fue capaz de abrazar los últimos momentos . No obstante, la vida no se detiene al extinguirse la llama de una simple vela.
En estos diez años muchas cosas han cambiado desde la partida del Parrita. Podría hablar de Chile campeón Copa América, que estuvimos a un paso de cambiar la constitución, la vida digital cambió al mundo, padecimos una inédita pandemia planetaria y la familia que mi padre dejo ya no volvió a vivir juntos.
Mi papá jamás tuvo la dicha de conocer a su nieta, la pequeña Emmita, que ya conocerá la historia de El Parrita, que a diferencia de él yo le hablaré a mi hija de toda su familia, desde la materna hasta la paterna para que no pase por lo mismo que yo.
No me puedo imaginar a mi padre como abuelo, tampoco me lo puedo pensar si hubiera sido bien presente o ausente, aunque eso no importa a estas alturas.
Mientras pasaron los años, desde aquel 10 de septiembre de 2013, he tenido el tiempo suficiente para meditar sobre la vida y la muerte de mi padre, sobre sus yerros y aciertos, y por supuesto del mutuo amor que nos mantuvimos.
Cuando su cuerpo no resistió más yo sólo era un hijo, hijo que sólo tenía el deber de preocuparse de sí mismo, hijo que no sabía qué camino tomar e hijo que intentó hallarse a sí mismo en medio de tanto cambio e incertidumbre.
Hoy, soy padre. Después de muchos aciertos y yerros, de encontrar grandes amigos como pésimas amistades, de aprender a no entregar tanto a quien no merecía mi cariño, respeto y preocupación, ya no soy ese joven asustado y desorientado que no sabía qué camino transitar.
Salvo por algunos detalles, siento paz en mí mismo, siento que el rol paternal ha sacado lo mejor de mí y tanto mi hija como hijos peludos me permiten ir creciendo en mi camino por este fugaz paso que tendré en la vida.
Sé que no fui el mejor hijo para El Parrita, lo cuestionaba mucho, no me gustaba sus consejos, métodos ni mucho menos ciertas actitudes que no permitieron una mejor relación entre nos, pero al menos fue un padre presente y que siempre me educó para ser una persona humilde, honrada y trabajadora.
Ojalá me hubiera enseñado el gusto por la plata. Otra historia escribiría.
Después de diez años sin verlo no me imagino cómo sería volver a vivir a su lado porque mis costumbres y temperamento han cambiado, como también el hecho que para mí el pasado es algo que no desearía volver a repetir.
Sin embargo, he visto a mi padre en diversos sueños durante todo este tiempo. Las primeras veces, recientes a su muerte, él me hablaba, reía y esas cosas, por el contrario en el último tiempo sólo se asoma a mirarme con una sonrisa cuando se aparece en mis sueños.
A veces no le tomo la importancia a esos diez años y no lo sé por qué ¡Son diez años carajo! Es muchísimo tiempo para cambiar por completo o caer en un abismo sin fondo.
He vivido una paternidad muy diferente en comparación a la de mi padre, ya sea por el tiempo libre que poseo, la cantidad de hijos y esas cosas, sé que también fueron otros tiempo y educación, y sé que él estaría orgulloso de mí.
No recuerdo haberle pedido un consejo de paternidad ni mucho menos amoroso, pero en donde sea que se encuentre él, ahora sólo deseo que sepa que he pensado en él todos los días desde su adiós y agradezco que él haya sido mi padre.
No sé cómo el mundo estará dentro de diez años más, no es algo que me preocupe de igual manera, sólo anhelo que desde donde él me esté viendo cuide a Emma y a mi futuro bebé por nacer, para que ellos puedan crecer felices y contarles porque a su abuelo le decíamos El Parrita y cómo se cagaba cuando intentaba freírme un huevo.
Domingo, 10 de Septiembre de 2023
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