“El milagro del artificio” poemario de Jesús Lazcano

El destacado poeta boliviano y querido amigo de Elsemáforo.cl, Jesús Lazcano, nos regala un reciente trabajo poético titulado “El milagro del artificio”.

En este gran poemario el vate oriundo de La Paz a quien ya entrevistamos refleja un gran crecimiento como escritor, una propia originalidad y versátilidad.

Desde aquellos versos románticos iniciales, Jesús nos va adentrando en una propuesta que armoniza con sutileza la sensualidad, el deseo desenfrenado, la construcción de grandes imágenes poéticas y por supuesto, un ritmo ágil y atractivo, propio del estilo a lo que nos tiene acostumbrado el poeta paceño.

Poemario “El milagro del artificio”

“Querida Lorena:

No se honra tanto el tiempo ni el sentir del viento que golpea nuestras pieles y nos hace estremecernos de vernos en espejos ya más viejos y cansados, no, amor, no se honra tanto como a la hora de vernos, de sonreír en el instante primero en que también nos estremecemos. Necesitamos hacer constar en una, dos, tres veces de vernos, nuestro regocijo o nuestra ternura que nos invoca y nos sumerge.

Esta carta debe ser ingrata con cualquiera de las palabras que no sepan otra cosa que herirnos la osamenta, esta carta, debe remitir amor y cómo hacerlo… yo no sé. Quizás y me convence la idea de sólo reírme e intentar conquistarte con eso tan simple, con una foto mía sonriendo de 2×2 en tu billetera, como un talismán de mala suerte. Quizás entre más sencillas y calmadas sean estas palabras, puedan no enfriar tus ojos al leerlas, tal vez sean llanas en tu recóndito desierto, en tus playas sin mareas, tus manos sin destino. 

Tendré que empuñar tu nombre y ser tormenta, ser extremo de planear esto y no morir en el intento, saltar despiadados párrafos, límites, chismes y peajes donde cada vez absorben un poco más de mí; tendré que mutar en esa bestia, tendré que ser la bestia para someterme a los encuentros. ¿Sabes qué son los encuentros, amor mío? Son aventuras a lugares donde mutamos, nos transformamos, somos licántropos, antropomorfos, monstruos. Te confesaré que en los encuentros yo me transformo en un humano, porque, más allá de las quejas que no tienen origen, alguna vez olvidé desvanecerme, aterroricé a diestra y siniestra por las calles, entre tanto héroe, heraldo, caballero, yo era todo menos mesiánico, vómito que se secó en las orillas de las plazas. Tú, amada, eres mi hada de cuento, has venido a curarme, no de la bestialidad, sino del germen del vómito, llegaste incandescente, hermosa e imponente, con esa varita mágica que es amor. Yo creo en los artificios, los encuentros son artificios.

El amor no me exilia de nada, cielo mío, por el contrario, el milagro del artificio fue conocerte, llegar hasta ti e idolatrar cada momento a tu lado: bailar, jugar, reír, conversar, dormir y amanecer contigo; adoro mis almohadas impregnadas con tu olor que ya se guardó en mi ropero para quedarse, como tus manos se han quedado clavadas en mi alma.

Celebro tu vida y te agradezco por todo, emperatriz, sultanita, mujer hermosa; gracias por ser siempre tú.

Y no olvidemos que esta es una carta, así que me despido con las distinciones que le dije y quedo a sus órdenes.

No olvide que yo espero otro tren llamado amor”.

“Encuentro I”

El azar, en su naturaleza,

nos prodiga tardes que se hacen

en nuestros labios cuando se juntan,

se deforma el cielo en tus manos,

los mortales nos ahogamos en tus ojos:

claros cristales que son como garras

del imponente tigre.

Detrás de cada muro,

se esconden algunas estalactitas 

del amor,

chorreando su propicia aventura

que nos profesa.

Si en algún verso me he olvidado 

de tocarte,

apenas puedo imaginarlo con la lengua,

recordarlo con la memoria de las piernas,

añorarlo con el corazón de los brazos.

Si en algún verso he olvidado, querida,

que mis labios no resuenan ni timbran,

recuérdame que laten incandescentes al buscarte,

que también tiemblo con el temor en la garganta,

que la cartografía de mi espalda extraña

las bendiciones de tus manos y que mis ojos, 

insignificantes comparados con los tuyos,

desean mirarte plantada en el horizonte,

donde de verdad puedo mirarte y no 

sólo soñarte.

 

“Encuentro II”

Dilapidaré brújulas en caso

de que no me lleven hacia ti.

Cambiaré la gravedad, el mar, la luna,

si no me arrastran a tus arenas.

Removeré ocasos, albas, tardes,

en busca de tu estrella.

Naufragaría, amor, en tus ojos, 

tu boca, tu pelo,

de no ser porque también tengo

un mapa hacia tu corazón.

 

“Encuentro III”

Si las palabras que nos bordean despiertan,

si tu aroma en mi almohada trina un delirio,

si tu cintura se escarcha al marearse en mis manos;

piensa en el frío de la lluvia, 

en el tiempo angosto que detengo mi mirada,

en la terca distancia conjetural 

que nos somete a aguantar otros bordes, 

otros trinos delirantes, 

otra escarcha en las ventanas.

Si mis razones se hicieran necias, 

si mis motivos mordieran, 

si mi corazón bastara para aguantar los días; 

créeme que el tiempo se me rendiría, 

que no lo desperdiciaría 

y no dejaría de besarte; 

créeme que más quiero rondarte,

que son más días y más noches

que intento todo para justificar mis sentires.

Si el amor nos encuentra desprevenidos, 

no le digas que te quiero tanto, 

que por poco y te amo, 

que por mucho y te adoro; 

mejor dile que mis ojos no alcanzan, 

que mis brazos se cansan y mi garganta no grita. 

Dile que me iré rápido, que me fugaré, 

porque si yo fuera amor o algo así de fuerte, 

me costaría tanto perderte, 

que arrancaría noches para tenerte, 

noches tras noches para nunca habernos encontrado, 

para que los besos no puedan ser tiernos, 

para que ellos también mientan, 

sacudiría todo para nunca verte perdida, 

para encontrarte, 

para silbar cada tarde que pasaras conmigo.

Y si la tarde no perdiga nada, 

mejor que el corazón sea una piedra sangrante, 

porque, ay, querida, 

no hay fuerza más bendita que el tiempo mismo, 

aunque para mí hasta el segundero se ha detenido.

 

“Encuentro IV”

Tú, mi escribana corrupta,

mi tesoro pirata,

mi media menguante,

mi cuarta naranja.

Eres, además, 

mi favor de antemano,

mi pase usted primero

mi surte sin blanca.

Eres, incluso, 

mi doctora sexy,

mi remedio vario,

mi remiendo de abuela.

Eres, por mucho,

mi cura contra el rigor mortis,

el deririum tremens, la paranoia;

mi lunar en la mano,

mi siempre tuyo.

Eres, por nada,

mi adicción de una vez al mes,

mi tatuaje en beso,

mi amor de la vida,

mi señora con propio apellido.

Eres mi vida,

mi copa demás, 

mi luz de cielo,

mi pedazo de sol.

Eres, de sobra,

mi correctora empírica,

mi editora falsa,

mi texto final.

 

“Encuentro V”

Que la radio siga sonando

y los diálogos de las películas 

repitan nuestras frases imprecisas.

Que las sábanas nos protejan

de los monstruos, 

de las malas lenguas, 

de los perfectos.

Que el agua fluya por nuestro cuerpo

y recordemos que también fluimos

juntos.

Los encuentros son entonces,

nuevos paisajes que nos enseñan

que las montañas, el cielo y las nubes

también son de piel y carne, y, además 

que los milagros existen,

que la buena suerte consta de reírnos

de los pasos extraños de baile

o que los besos, las caricias, los suspiros,

son cartas escritas con plumas del

Fénix.

O, mejor aún, que toda tú,

eres como esa estatuilla a la que le rezaba

cuando era niño, 

sólo que ahora mis súplicas, mis deseos,

mis delirios, no sólo se cumplen, 

sino que también te pertenecen.

Preciso, hermosa, tus paisajes…

 

Sábado,  5 de octubre de 2024

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