
Por estar chateando con una amiga no me fijé que venía la micro que me servía y cuando me di cuenta de eso ya era demasiado tarde. ¡Carajo! Con lo que se demora en pasar.
Lo bueno es que viene otra ya, que más o menos me sirve, dejándome a quince minutos de mi casa a pie. Debo tomarla para salir de este solitario paradero pronto y así continuar hablando con mi amiga que desea confesarme algo importante, tras su repentino quiebre amoroso.
Noté muchos asientos disponibles, pero me decidí por uno antes del final de la columna detrás del asiento del chofer, porque dos jovencitas me miraron al subir y hasta una de ellas me sonrió.
En paralelo, cuando me ubiqué en mi lugar la micro corrió con tanta fuerza que de vez en cuando yo terminaba saltando desde el asiento, escuchaba la estrepitosa risa de las chiquillas como las quejas de otros pasajeros y todo esto no me permitía escribir u oír los audios de mi amiga.
Cuando logré al fin concentrarme en la conversación, empecé a leer y escuchar la confesión de mi amiga que me culpaba a mí de haber terminado con su ex, destacando entre tantos motivos (infidelidad, desprecios, etc.) que la principal razón era lo que sentía por mí y que ya no deseaba ocultar.
Esto último me dejo en shock y tardé en responder, pero cuando lo iba hacer me vi envuelto en un asalto en donde las dos jovencitas que estaban detrás de mí me estaban amenazando con cuchillos y me exigieron el iPhone que sostenía en mis manos.
Antes de entregarlo y por inercia lo alcancé a bloquear. Creo que ellas ni cuenta se dieron porque velozmente huyeron de la micro por la puerta de atrás.
Todo pasó tan de prisa que después de recuperar el aliento me paré del asiento y observé que yo era el último pasajero. Le pregunté al chofer si se dio cuenta de lo sucedido y respondió que no. Volví a mi asiento resignado y pensando que de seguro el chofer también andaba metido en esto. Luego, recordé la conversación con mi amiga. No podré responder su confesión hasta que llegue a mi casa y luego de haber bloqueado todo lo que pueda en el computador.
Intentaba poner en orden mi mente antes de bajarme de la micro, pero un ruido me interrumpió: un celular vibraba detrás de mi asiento. Una de las delincuentes cometió un grosero descuido y olvidó su teléfono Android. Me lo guardé al bolsillo una vez que lo apagué y me bajé de la micro ante la atenta mirada del chofer.
“Vino por lana y saldrá trasquilada”, pensaba en una de las delincuentes mientras caminaba hasta mi casa, imaginando lo que descubriría una vez que desbloqueé el teléfono, si es que está bloqueado, a diferencia mía que no tenían por dónde acceder a mi privacidad.
FIN
Jueves, 31 de Agosto de 2023/ Cuento #8
No olvides dejar tu like y seguir nuestra fanpage aquí. Si deseas ser parte de El Semáforo envía un artículo a elsemaforoquilpue@gmail.com y no olvides leer esto: