Como buen día sábado me encontraba cachureando por la Feria El Belloto que es una de las más grandes de toda la región de Valparaíso.

En esta feria puedes encontrar de todo, aunque claro, muchas de esas cosas son de segunda o tercera mano, pero igual hay feriantes que traen artículos de lujo, ya que aquí encuentras para todos los gustos y precios.

 ¡Y vaya mañana! Caótico como siempre. Un sol infernal. Tránsito lento en el interior de la feria por culpa de un centenar de personas que marchan fastidiados, esquivando también a los innumerables ambulantes que vociferan espectaculares ofertas.

Fue así que a punta de empujones, paciencia al límite y más empujones, me abrí camino por los distintos rincones de la feria para llenar el carrito que me encargó mi señora. Después, me entretuve observando los distintos puestos de los feriantes, por si descubría algo que llamara mi atención.

Me tenté con el olor de las empanadas horneadas de pino, quisé comprar una vieja consola de Play y también sorprender a mi señora con un engañito, pero, mi corazón cedió por una curiosa portada de un libro que ofrecía un viejo feriante, cuyos profundos zurcos en su rostro, manchas oscuras en su piel y de una mirada que irradiaba tanta energía, pese a su evidente longevidad, me condujo hasta él y a su hipnótico producto.

—¡Buenas tardes señor! Veo que este libro ha llamado su atención.

—¡Hola! Sí…sí…sólo estoy mirando—mentí—¿puedo ver ese libro más cerquita?

—¡Por supuesto! Adelante. Tome el libro caballero—dijo el lóngevo feriante que lo noté entusiasmado por mi interés en descubrir de qué trataba ese gastado libro, cuya portada sin diseño ni título, completamente negro por ambos lados y que se encontraba en el interior de un viejo y sucio canasto quemado por el sol, apilado junto a otros clásicos de la literatura universal.

Una vez que tuve ese libro entre mis manos, no tardé en adentrarme entre sus amarillentas y quebradizas páginas, debido a la oxidación de la lignina, que es el segundo material orgánico más abundante en la tierra y que permite la rigídez del papel por un natural compuesto que beneficia a las plantas.

Tras abanicar sus hojas con mucho cuidado, a raíz de la fragilidad de éstas, mis ojos se estacionaron en una página cualquiera que atrapó mi interés, elevó mis pulsaciones y me hizo cuestionar si me encontraba leyendo la historia de mi vida.

Sin embargo, mis dudas se disiparon tras leer aquellos secretos tan íntimos, oscuros y pecados imperdonables que jamás confesé ni al mejor de mis amigos. ¿Cómo alguien supo todo eso de mí y lo plasmó en este libro que descubrí por casualidad?

Sin darme cuenta, la Feria El Belloto desapareció de mi radar, de mis sensaciones. Ese libro y el señor alarmaron toda mi alma. No sólo sentí el frío sudor que sacudió todo mi espinazo, sino también el libro, que sostenía entre mis temblorosas manos, se hizo cada vez más pesado a medida que aumentaba mi temor.

—Señor, veo que este libro lo ha cautivado mucho—dijo el vendedor con un tono de voz de ultra tumba, que no sólo perforó mis oídos, sino también trizó mi alma, mientras dibujó una macabra y sarcástica mueca en su envejecido rostro—en mi humilde opinión y perdóneme por estropearle la lectura, considero que la parte más estimulante de este gran libro es cuando describe, de manera muy gráfica, la forma en que morirás bien merecido, maldito desgraciado.

Pensé que la vida me había perdonado por todos mis errores del pasado, pero me equivoqué. La muerte vino por mí. Debí haber comido esa empanada que tanto me tentó.

FIN.

-Cuento #24-

¡Abrazo literario!

Sergio Muñoz es periodista y escritor. Publicó en 2022 “Entre el Cenit y el Abismo. Y otras ficciones”. Puedes seguirlo a través de su cuenta de Instagram y Facebook.

Martes, 28 de Octubre de 2025

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