Los ganadores del  “Santiago en 100 Palabras”

Corría el año 2001 y la Fundación Plagio en colaboración con Minera Escondida, BHP y el Metro de Santiago (después o antes) tuvieron la ocurrencia de hacer un concurso literario con un máximo de cien palabras, cuyo eje central sería hablar cualquier cosa relacionado con “Santiago”.

El concurso literario fue un éxito. Se recuerda con cariño que la difusión comenzó de la manera más tradicional, vale decir, pegando afiches, avisando a través del boca a boca y pagando una que otra publicidad en lugares estratégicos.

En la actualidad, todo ha cambiado, ya que uno postula a través de correo electrónico, plataformas digitales y esas cosas a diferencia de sus inicios en donde el participante debía depositar en un buzón el cuento impreso de acuerdo a las exigencias correspondientes del evento.

Por alguna razón los jueces tienen un favoritismo con la comuna de Providencia en donde ha surgido en cinco ocasiones el ganador del certamen (5 de 20= 25% de probabilidad de ganar), lo siguen  Ñuñoa con tres, con dos las comunas de Santiago, Las Condes y La Reina, y se quedan con un triunfo las localidades de La Florida, San Miguel, Macul y Peñalolén, dentro de la región metropolitana. Por si ustedes son santiaguinos y desean probar suerte, ya conocen los datos y las estadísticas. Por otro lado, en apenas dos ocasiones han ganado cuentos de las siempre olvidadas regiones, en donde Linares y el ahora más reciente ganador Coihaique representan el otro Chile en este evento cultural.

Pero en esta oportunidad no deseamos dramatizar ni mucho menos generar alguna que otra polémica, ya que pretendemos dar a conocer a los veinte cuentos ganadores del “Santiago en 100 Palabras” para que tú puedas leer estas grandes obras que de alguna manera “reflejan” los ideales que intentan promover los organizadores de este concurso.

Año 2001. Versión #1.

Ganador: El Parque

Un día, como a los ocho años, caminaba con mi padre hacia el parque O´Higgins. Me sentía muy alegre, porque él no acostumbraba sacarme a pasear. Cruzando San Ignacio, se detuvo un auto con un señor de bigotes. A su lado, una rubia princesa. Ella me sonrió, después se alejaron. Mi padre me dijo: ¿Qué miras? Olvídalo. No son como nosotros. Y me apuró del brazo. Después se desvió al primer bar que encontramos, pidió una cerveza para él y una Bilz para mí. Luego se tomó otra y otra. Nunca llegamos al parque.

Alex Peraita, 40 años,
San Miguel.

 

Año 2002. Versión #2.

Ganador: Por Poco.

Una mujer me miró a través de la vitrina en un centro comercial. Y bien, en su mirada me vi con tres hijos, un perro en el patio, el miedo a perder el trabajo, los préstamos interminables, y unos atardeceres de domingo eternos y lánguidos en casa de sus padres. Sentí el peso de las mañanas iguales, de las tardes iguales, de las noches repetidas, de los iguales reproches. Rápidamente desvié la mirada, apuré el tranco y salí a la calle. Había sobrevivido a uno de esos segundos fatales con que la ciudad suele sellar el destino de los hombres.

Pedro Vallette, 35 años,
Macul.

 

Año 2003. Versión #3.

Ganador: Ese día.

Afuera las explosiones. Los destellos se cuelan por las cortinas corridas. Las ventanas tiemblan. Estremece los muros el peso del polvo arremolinado. Primero son los gritos. Gritos y quejidos. Luego los lamentos, los arañazos, el sonido reptante de los cuerpos. Después el silencio. Por las rendijas sólo vadea la oscuridad. Asegura la puerta. Se sienta a solas. Enciende la televisión.

Beatriz García-Huidobro, 42 años,
Las Condes.

 

Año 2004. Versión #4.

Ganador: Selva Negra.

El condominio es enorme. Piso 28. La torta era casera. Raúl sopló y con mi señora aplaudíamos. Estaba lleno de gente, había pisco. El regalo cayó bien. Alejandro hablaba cosas divertidas de la gente y no conocíamos a nadie, pero reímos. Alejandro es gay y no importó. Lo pasamos bien. Bajando, se despidió de abrazo. En el jardín del condominio, entre los edificios, había una jaula de vidrio. Los pájaros, todos distintos, dormían quietos de frío. Pronto cantarían, felizmente convencidos de que su jaula es una selva enorme y oscura, que presiente la luz del sol como las de verdad.

René Vergara, 38 años,
Providencia.

 

Año 2005. Versión #5.

Ganador: Pena Remitida.

Deshojada quedó Margarita en el revuelo del patio del cité, bajo el abrazo del conviviente de su madre, cuando al cumplir ocho entre globos y reggaetón, él le susurró que la quería: mucho, si guardaba silencio; poquito, si se resistía; nada, si lo denunciaba.

Patricia Middleton Correa, 68 años,
Linares.

 

Año 2006. Versión #6.

Ganador: Dostoievski.

Habría observado con detención a las personas salir humeantes de la boca del Metro. Habría atravesado estupefacto la Moneda bajo la lluvia. Pensativo, le habría comprado una sopaipilla a un perro hambriento cerca del Santa Lucía. Habría cruzado alegremente calles inundadas con niños corriendo a su lado. Le habría levantado el puño a los agresivos e invasores automóviles. Habría probado el mejor navegado en La Piojera con unos amigos. Habría llorado y reído, sentado en un banco, mirando la gente, esperando la micro, entumido. Y habría esperado la nieve, en vano. A Fedor Dostoievski le habría gustado Santiago en invierno.

Ernesto Guzmán, 29 años,
La Florida.

 

Año 2007. Versión #7.

Ganador: La Mujer que Saluda.

Yolanda es una mujer que saluda. Saluda a sus ex compañeras de colegio cuando las encuentra en el supermercado, saluda al señor que pide afuera de su oficina, saluda a todos los que se suben al ascensor. Yolanda no tiene pudor al saludar y te pide el email o el teléfono con una honesta intención. Un día saludó a un actor de televisión que se le cruzó en la calle y saludó a alguien sólo porque tenía cara de conocido. Yolanda pasa todos los días a saludarme a mí. Yo le digo que se le nota mucho lo talquina.

Elisa de Padua Nájera, 30 años,
Ñuñoa.

 

Año 2008. Versión #8.

Ganador: Adrián y Yo.

Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho. Está convencidísimo de que es un asesino en serie. “Soy un roba almas”, dice mientras nada inquieto de un lado a otro en la pecera que le compré. Últimamente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña. Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo. Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana, tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos sentimos muy solos.

Paloma Amaya, 25 años,
La Reina.

 

Año 2009. Versión #9.

Ganador: La Desordenada.

A doña Clara te la encuentras en la esquina de Bandera con Catedral. Se la pasa tejiendo animalitos con coloridas hebras de crin de caballo que ella misma tiñe. En un trapo extendido en la vereda descansa su delicado zoológico, el que se niega a pinchar con alfileres aunque se le vuele. Por eso, día por medio, a un taxista le golpea el vidrio una libélula azul o a una señora pituca le pega en el ojo una ranita anaranjada. Doña Clara no hace ni el amago de rescatarlas. Se ríe no más de la cara que pone la gente.

Nathalie Moreno, 41 años,
La Reina.

 

Año 2010. Versión #10.

Ganador: Nada.

Se encuentran todos los lunes. Nunca se saludan en la superficie. Son imágenes difusas las que tienen el uno del otro porque el agua les empaña los lentes. Al principio nadan muy rápido, con ansiedad. Luego lo hacen al mismo tiempo, más pausadamente, como ahogándose y riéndose a la vez. Ella sale primero de la piscina. Se tapa con la toalla apenas sube la escalera metálica. Él espera algunos minutos. Flotando boca arriba, mira las nubes a través del techo de vidrio. En sus camarines se duchan cantando para sacarse el olor a cloro que les queda en la piel.

Begoña Ugalde, 26 años,
Providencia.

 

Año 2011. Versión #11.

Ganador: Salto de Terracota.

Li Piang Hua, soldado de terracota del emperador Qin Shi Huang, escapó de los subterráneos de La Moneda. Caminó hacia el norte, pasó la noche tomando chelas con unos emigrantes peruanos. Conoció a una chica de Rengo que vino a Santiago persiguiendo una hora plan AUGE para un oftalmólogo. Ahora viven en La Pintana y tienen un puesto de comida china. Es noche. En un pequeño patio junto a un triciclo y dos balones de gas, Li ejecuta una silenciosa danza; blande su ballesta apuntando a la luna. En sus oídos, canto de bambú acariciado por viento.

Luis Alberto Tamayo, 51 años,
Peñalolén.

 

Año 2012. Versión #12.

Ganador: El Jony, la Dámaris y la Tais.

El Jony es lanza profesional. Se crió en la caleta Chuck Norris. La Dámaris está enamorada del Jony, porque encuentra que habla bonito. Los dos son amigos de la Tais, quien trabaja con las piernas en un café. A veces, se juntan los domingos y salen a comer. El Jony no toma y a la Dámaris le gusta cómo el Jony le ordena al mozo que le traiga una Fanta. El Jony sabe todo, desde el Meridiano de Greenwich hasta el Apocalipsis. Dice que a las finales “todos somos calaveras”, y la Dámaris lo mira y le brillan los ojitos.

Pablo Barrientos, 34 años,
Santiago.

Año 2013. Versión #13.

Ganador: Escafandra.

A Moreno le gusta la palabra escafandra. Un día la oyó revoloteando en el aire caliente del metro y la guardó en algún lugar cerca de su estómago. No sabe qué significa, e imagina que, si la buscara en una enciclopedia, encontraría la imagen de un animal fantástico, quizá similar a una libélula (porque una palabra como esa seguro debe tener alas). Como un reflejo, cuando Moreno oye el pitido del cierre de puertas, la escafandra aletea en la boca de su estómago y escapa planeando por el vagón, a ver si algún otro pasajero la captura al vuelo.

Laura Soto, 22 años,
Providencia.

 

Año 2014. Versión #14.

Ganador: La Mujer Triste.

La mujer triste sale con collar de perlas y acidez en el estómago. La mujer triste amenaza con un salto al Mapocho. La mujer triste entra a una peluquería y pide una manicure francesa. La mujer triste pasa el día siendo la mujer triste. La mujer triste recibe a su marido con una sonrisa de muñeca de plástico. La mujer triste se siente una muñeca de plástico. La mujer triste busca una aguja y la encuentra. La mujer triste se la entierra en su cuerpo para ver si revienta, para ver si sucede algo, como la sangre.

Ana María Moraga Silva, 36 años,
Ñuñoa

 

Año 2015. Versión #15.

Ganador: Lionel.

Lionel aprendió a nadar solo, tirando el cuerpo a los ríos de la Araucanía. Estudió internado en el liceo y se tituló de contador en un pueblo donde la única empresa era un supermercado chico. Migró a Santiago para entrar al Ejército. Al final, se convirtió en guardia y trabaja de lunes a sábado en la farmacia de un mall. Arrienda una pieza en un cité de Mapocho. Algunas noches fuma parado en el borde del puente, tirando las colillas a la corriente del río.

Arelis Uribe Caro, 29 años,
Providencia.

 

Año 2016. Versión #16.

Ganador: Los Vampiros.

Les decían los vampiros. Caminaban por el asfalto hirviendo, a paso lento y vestidos de implacable negro. Salían de noche a pasear a su perro, que era negro y se llamaba Fassbinder. Ella estudiaba Pedagogía en Castellano, y él trabajaba en una tienda de animales. No hablaban con nadie. Nunca sonreían. No había nadie en el barrio como ellos. Siempre les quise hablar, pero nunca me atreví. Desaparecieron de un día para otro. Años después, cuando yo trabajaba en una caja de cambio, aparecieron. Iban a comprar euros. Seguían juntos, seguían vestidos de negro.

Macarena Araya Lira, 31 años,
Ñuñoa.

 

Año 2017. Versión #17.

Ganador: Amanecer.

Cada mañana, una manta gris cubre esta cuenca, como si algo grande estuviera durmiendo ahí adentro: un gigante, inquieto y curioso, que empieza a desperezarse con cada automóvil que se mueve. Las luces comienzan a encenderse, como si abriera sus enormes ojos, pestaña por pestaña. Las muchedumbres salen en busca de su destino, como un gran bostezo. Hoy ha tenido un sueño extraño, también ideas nuevas. Son sueños que los forasteros le han susurrado al oído durante la noche. Se mira en el espejo blanco de la cordillera con determinación, y se alista para salir a buscarlos.

Victoria Espinoza, 11 años,
Las Condes.

 

Año 2018. Versión #18.

Ganador: Hallullas Calientes.

Comprábamos pan en la panadería de Marín, esa que quedaba a dos cuadras y estaba cerca de los moteles. Esperábamos que salieran del horno y nos volvíamos caminando mientras pellizcábamos la misma hallulla. Un poquito tú, un poquito yo. El amor quizá era eso, compartir a bocados mientras caminábamos sin saber muy bien a dónde ir.

Catalina Hernández Hormazábal, 27 años,
Providencia.

 

Año 2019. Versión #19.

Ganador: Infancia.

Nos encantaba jugar en el patio de tierra. Perseguíamos a las gallinas. El Laucha las «hipnotizaba». Les daba unas vueltas y las ponía en el suelo. Con un palito de madera dibujaba su jaula. Todo era magia. La montaña a lo lejos. El sonido del viento. Y mi mamá desde la ventana nos miraba crecer. Un domingo, un potro desbocado nos arrebató a mi papá. Mi mamá murió en vida. «Se nos fue, mija», decía la Ñaña, «cuide a su mami». Crecí de golpe, a los doce años. Hasta llegar a Santiago no tenía idea que éramos pobres.

Pablo Cheyre Triat, 32 años,
Santiago.

 

Año 2021. Versión #20.

Ganador: Sombre Perro.

Jueves: escucho el que será el último alarido de un perro que un neumático revienta en calle Maturana. Viernes: desde mi ventana veo su cuerpo bajo un manzano en la vereda. Ya duerme con las vísceras al aire. Domingo: hierve de una vida que no es la propia. El hedor llega hasta mi cuarto. Miércoles: llueve. Una mancha de aceite se desliza con lentitud hasta la cuneta. Martes: una fruta madura ha venido a caer a su esqueleto, allí donde cupo el corazón. Miércoles: otra lluvia deja sus huesos limpios como teclas. Jueves: llegan otros perros y se los llevan.

Mario Moreno, 76 años,
Coyhaique.

Viernes, 10 de Septiembre de 2021

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