En esta oportunidad, tuvimos la ocurrencia de pensar en el infierno y en como grandes autores de la literatura, y en este caso de la poesía tratan este tema tan milenario y fascinante.
Escogimos a Nicanor Parra, Jorge Luis Borges y William Blake, entre otros vates, quienes por medio de su ágil y aguda pluma, le dedicaron algunos versos a este lugar no tan deseado por mortales y horrible para aquellos muertos, que pagan sus pecados en el más allá.
Viaje al Infierno
En una silla de montar
Hice un viaje por el infierno.
En el primer círculo vi
Unas figuras recostadas
Contra unos sacos de trigo.
En el segundo círculo andaban
Unos hombres en bicicleta
Sin saber dónde detenerse
Pues las llamas se lo impedían.
En el tercer círculo vi
Una sola figura humana
Que parecía hermafrodita.
Esa figura sarmentosa
Daba de comer a unos cuervos.
Seguí trotando y galopando
Por espacio de varias horas
Hasta que llegué a una cabaña
En el interior de un bosque
Donde vivía una bruja.
Un perro me quiso morder.
En el círculo número cuatro
Vi un anciano de luengas barbas
Calvo como una sandía
Que construía un pequeño barco
En el interior de una botella.
Me dio una mirada afable.
En el círculo número cinco.
Vi unos jóvenes estudiantes
Jugando fútbol araucano
Con una pelota de trapo.
Hacía un frío salvaje.
Tuve que pasar la noche
En vela en un cementerio
Arrimado contra una tumba
Para no morirme de frío.
Al otro día continué
Mi viaje por unos cerros
Y vi por primera vez
Los esqueletos de los árboles
Incendiados por los turistas.
Sólo quedaban dos círculos.
En uno me vi yo mismo
Sentado a una mesa negra
Comiendo carne de pájaro:
Mi única compañía
Era una estufa a parafina.
En el círculo número siete
No vi absolutamente nada
Sólo oí ruidos extraños
Escuché unas risas espantosas
Y unos suspiros profundos
Que me perforaban el alma.
De Versos de salón (Santiago, Nascimento, 1962).
Autor: Nicanor Parra, Chile (1914-2018).
Del Infierno y del Cielo
El infierno de Dios no necesita
el esplendor del fuego. Cuando el Juicio
Universal retumbe en las trompetas
y la tierra publique sus entrañas
y resurjan del polvo las naciones
para acatar la Boca inapelable,
los ojos no verán los nueve círculos
de la montaña inversa; ni la pálida
pradera de perennes asfodelos
donde la sombra del arquero sigue
la sombra de la corza, eternamente;
ni la loba de fuego que en el ínfimo
piso de los infiernos musulmanes
es anterior a Adán y a los castigos;
ni violentos metales, ni siquiera
la visible tiniebla de Juan Milton.
No oprimirá un odiado laberinto
de triple hierro y fuego doloroso
las atónitas almas de los réprobos.
Tampoco el fondo de los años guarda
un remoto jardín. Dios no quiere
para alegrar los méritos del justo,
orbes de luz, concéntricas teorías
de tronos, potestades, querubines,
ni el espejo ilusorio de la música
n¡las profundidades de la rosa
ni el esplendor aciago de uno solo
de Sus tigres, ni la delicadeza
de un ocaso amarillo en el desierto
ni el antiguo, natal sabor del agua.
En Su misericordia no hay jardines
ni luz de una esperanza o de un recuerdo.
En el cristal de un sueño he vislumbrado
el Cielo y el Infierno prometidos:
cuando el juicio retumbe en las trompetas
últimas y el planeta milenario
sea obliterado y bruscamente cesen
¡oh Tiempo! tus efímeras pirámides,
los colores y líneas del pasado
definirán en la tiniebla un rostro
durmiente, inmóvil, fiel, inalterable
(tal vez el de la amada, quizá el tuyo)
y la contemplación de ese inmediato
rostro incesante, intacto, incorruptible,
será para los réprobos, Infierno;
para los elegidos, Paraíso.
Autor: Jorge Luis Borges, Argentina (1899-1986).
Proverbios del Infierno
En tiempo de siembra, aprende; en tiempo de cosecha, enseña; en invierno, goza.
Guía tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.
El camino del exceso lleva al palacio del saber.
La Prudencia es una vieja solterona, rica y fea, que la Incapacidad corteja.
Quien desea pero no obra, engendra peste.
El gusano perdona al arado que lo corta.
Sumerge en el río a aquel que ama el agua.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
Aquél cuyo rostro no irradie luz, jamás será una estrella.
La Eternidad está enamorada de los frutos del tiempo.
La abeja laboriosa no tiene tiempo para el pesar.
Las horas de la locura las mide el reloj, pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.
Todo alimento sano se logra sin red ni cepo.
Usa número, pesa y medida en un año de escasez.
Ningún pájaro se eleva demasiado alto, si vuela con sus propias alas.
Un cuerpo muerto no venga injurias.
Tu acto más sublime es poner al otro delante de ti.
Si el necio persistiera en su necedad se volvería sabio.
Locura, capa de la villanía.
Vergüenza, capa del orgullo.
Las prisiones están construidas con piedras de la Ley, los burdeles con ladrillos de la Religión.
El orgullo del pavo real es la gloria de Dios.
Lujuria del chivo, generosidad de Dios.
La ira del león es la sabiduría de Dios.
La desnudez de la mujer es la obra de Dios.
El exceso de pena ríe. El exceso de gozo llora.
El rugido de los leones, el aullido de los lobos, la ira del mar tempestuoso y la espada destructiva son porciones de eternidad demasiado grandes para el ojo humano.
El zorro condena la trampa, pero no a sí mismo.
El gozo fecunda. El dolor engendra.
Dejad que el hombre vista la piel del león y la mujer el vellón de la oveja.
El pájaro, un nido; la araña, una tela; el hombre, la amistad.
El egoísta necio que sonríe y el necio sombrío y ceñudo serán tenidos por sabios y se tomarán por norma.
Lo que hoy es evidente, una vez fue imaginario.
La rata, el ratón, el zorro, el conejo, cuidan de las raíces; el león, el tigre, el caballo, el elefante, de los frutos.
La cisterna contiene, la fuente rebosa.
Un pensamiento llena la inmensidad.
Está siempre pronto a expresar tu opinión y el vil te evitará.
Todo lo creíble es imagen de la verdad.
Nunca perdió más tiempo el águila que cuando escuchó las lecciones del cuervo.
El zorro se provee a sí mismo, pero Dios provee al león.
Medita en la mañana. Obra al mediodía. Come al atardecer. Duerme por la noche.
Quien ha soportado que abuses de él, te conoce.
Como el arado obedece las palabras, Dios recompensa las plegarias.
Los tigres de la cólera son más sabios que los caballos del saber.
Espera veneno del agua estancada.
Nunca sabrás lo que es suficiente a condición de que sepas lo que es más que suficiente.
¡Escucha el reproche de los necios! ¡Es un título real!
Los ojos de fuego, la nariz de aire, la boca de agua, la barba de tierra.
El débil en valor es fuerte en astucia.
Nunca pregunta el manzano al haya cómo crecer, ni el león al caballo cómo lograr su presa.
El que agradece lo que recibe, da a luz una abundante cosecha.
Si otros no hubiesen sido necios, nosotros lo seríamos.
El alma llena de dulce placer no puede ser profanada.
En un águila ves una porción de genio. ¡Alza la cabeza!
Así como la oruga elige las hojas más hermosas para poner sus huevos, el sacerdote deposita su maldición sobre los mejores goces.
Crear una sola flor es trabajo de siglos.
La maldición vigoriza; la bendición relaja.
El mejor vino es el más viejo, la mejor agua es la más nueva.
Las plegarias no aran; las alabanzas no cosechan.
Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.
La cabeza, lo Sublime; el corazón, el Pathos; los órganos genitales, la Belleza; los pies y manos, la Proporción.
Como el aire al pájaro o el agua al pez, así el desprecio es al despreciable.
La corneja quisiera que todo fuese negro, y el búho que todo fuese blanco.
Exuberancia es Belleza.
El león sería astuto si tomara consejo del zorro.
El progreso traza los caminos derechos; pero los caminos tortuosos, sin progreso, son los caminos del genio.
Antes asesina a un niño en su cuna que nutras deseos que no ejecutes.
Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.
Nunca puede ser dicha la verdad de manera que pueda ser comprendida sin ser creída.
¡Suficiente! O demasiado.
Autor: William Blake,Gran Bretaña (1757-1827).
Sábado, 10 de noviembre de 2018.
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