Ya no había vuelta atrás, la relación de Benjamín con María Paz llegó a su fin. Al joven no le quedaba más que retornar destrozado hasta su hogar.
Ignorando una canción que sonaba en la radio mientras manejaba furioso su vehículo a pocas cuadras del barrio de su ya ex novia, Benjamín nota algo que despierta su atención. A un costado de la orilla de la vereda, en dirección opuesta a la suya, se encontraba un lamentable can, hiper famélico, tumbado a la buena de Dios y apenas respirando, tal vez agonizante.
La fotografía del pobre animal conmovió al muchacho que detuvo su máquina sin pensar. Rápido llamó a un amigo, Fabián, que estudia medicina veterinaria y apenas éste llegó, ambos partieron hasta la clínica más cercana.
El inicial diagnóstico del paciente era de reservado a sin esperanzas. La médico veterinaria recomendaba tratamientos, vitaminas, hospitalización, desparasitación y auguraba carísimos pagos, no obstante dentro de la cabeza de Benjamín aún resonaban vehementes las frases que perpetuó María Paz para acabar la relación.
Cuando Benjamín prestó al fin atención a las palabras de la doctora se detuvo a contemplar la esquelética silueta del perro que era incapaz de levantar el alicaído rostro, esto debido a que no poseía nada de carne en su cuerpo y por ende solo los pellejos cubrían los evidentes huesos.
Era la primera vez que Benjamín se detenía a observar la desgracia de un pobre ser que siempre ignoró en su vida, alegando que para eso estaban otras personas.
El desnutrido animal estaba tan raquítico que apenas poseía algunos sucios y estropeados cabellos que intentaban cubrir su desgracia, con dificultad respiraba y los especialistas no deseaban prometer nada alentador dentro de las próximas veinticuatro horas.
El joven muchacho se acercó hasta el desafortunado ser para posar uno de sus dedos sobre la frente del animal que dentro de su débil estado no sintió nada. Benjamín rompió en un llanto aceptando que su estado no era nada en comparación a este perro.
El débil can quedo hospitalizado de acuerdo a la sugerencia de la médica y Fabián reiteraba que este caso iba a resultar bastante caro. Benjamín no dudo en reiterar que vendería su auto, organizaría eventos, rifas o lo que se le ocurriera con tal de poder costear todo lo necesario para salvarlo.
El perro logró soportar las primeras veinticuatro horas bien y con el pasar de los días Benjamín fue adquiriendo la costumbre de tomar el teléfono celular y preguntar por Whatssap, a primera hora de la mañana, por el estado del animal, ya que por las tardes o por las noches iba a visitar a su primer mascota adoptada.
Una asistente le sugirió a Benjamín que hablara un poco con el perro, aunque él aceptó reconoció que no sabía qué hablar con él, puesto que nunca tuvo una mascota propia o el interés de acercarse a una.
Así que las primeras conversaciones con el paciente no fueron tan emotivas o divertidas, de hecho él sentía incomodidad, pero todo cambió cuando se dio cuenta que su nueva “responsabilidad” no poseía un nombre y que brindarle uno al perro tal vez mejoraría la relación. Pensó en el más adecuado. Se decidió por “Guatón”.
Benjamín y Guatón empezaron a entenderse. Él ya no pensaba qué cosas decir, sino más bien le hablaba espontáneo y Guatón parecía tomar atención, disfrutaba las caricias y empezó a mover su cola de pronto, positiva reacción que alegró a todos descubrir.
Por otro lado, la evolución de Guatón era lenta, cara y sobre todo muy transformadora para Benjamín que no dudó en vender su auto permitiéndole así quedar tranquilo con los gastos de la clínica veterinaria.
Era increíble pensar que Guatón llegó a la clínica pesando no más de siete kilos y ahora estaba a unos cuantos de su peso ideal, pero aún los músculos estaban débiles, no era capaz de sostenerse por su propia cuenta, pasaba la mayor parte del día acostado sobre el suelo, usaba pañales para facilitar la limpieza del lugar y de sí mismo.
Benjamín compartía estados, fotos, publicaciones, hacia vivos y más en las redes sociales para solicitar toda clase de ayuda que fue recibiendo por parte de amigos, familiares, compañeros de trabajo, grupos animalistas y amantes de los animales que seguían de cerca el caso de Guatón que los sensibilizaban bastante cuando descubrían cómo llegó el pobre perro a la clínica y cómo se encontraba ahora con el cuidado y amor que merecía.
Guatón recuperó el peso, floreció su pulcro castaño pelaje, la fuerza de su ladrido ya no se ahogaba en el intento, movía la cola con energía y lo mejor de todo, es que la felicidad lo inundaba cada vez que aparecía Benjamín en la clínica.
El día que Guatón abandonó la clínica veterinaria fue muy emocionante para todos. El personal médico jamás había cuidado a un paciente por tanto tiempo y muchos jamás olvidarán este caso, por otro lado, toda la familia de Benjamín había preparado el nuevo hogar de Guatón en donde podría continuar su terapia para que vuelva a caminar, correr y acostarse bien para ya no depender de otros.
Después de tantos meses, de tanto luchar, no sólo se recuperó el cuerpo y el alma de un desafortunado animal, sino también el corazón de Benjamín sano.
María Paz sorprendió a Benjamín con un mensaje privado a una de sus cuentas de redes sociales, después de casi medio año, inmediatamente después que el joven publicara su nueva relación con una futura médica veterinaria que conoció durante este tiempo en la clínica.
Sin embargo, y después de leer el mensaje, Benjamín prefirió no responder y se concentró en acomodar a Guatón en el interior de la cabina de la camioneta de su padre porque le había prometido un viaje a la playa si todo salía bien.
Durante el trayecto al balneario en la radio sonaba “Todo cambia” de la legendaria Mercedes Sosa al igual que esa vez que prefirió ignorar la canción, mientras Macarena tarareaba la hermosa letra y observaba de reojo desde el asiento de copiloto a Guatón, que aún no ha sido dado de alta, Benjamín conducía pensando cómo su vida cambió desde que conoció a este pobre perro.
“¿Quién habrá salvado a quién?” Se preguntaba antes de llegar al agradable destino.
La bruma costera, el olor del mar, el curioso paisaje y la textura de la arena maravillaron a Guatón que ladraba con mucha emoción, implorando salir lo más pronto posible de la camioneta. Benjamín y Maca reían felices al descubrir esta nueva reacción de su amada mascota.
El día transcurrió maravilloso. Luego de un agotador paseo playero, Maca, Guatón y Benjamín contemplaban como el sol se perdía más allá de la línea del horizonte. Todo cambia, pensaba Benjamín, mientras en su regazo descansaba Guatón, esperando que a partir de ahora nada cambie por el resto de su vida.
FIN.
Sergio Muñoz es escritor y publicó en 2022 “Entre el Cenit y el Abismo. Y otras ficciones”. A partir de ahora y en cada fin de mes, él se comprometió a escribir un cuento con el único fin de entretener a sus lectores y ejercitar su pluma. Puedes seguirlo a través de su cuenta de Instagram y Facebook.
Miércoles, 26 de Abril de 2023/ Cuento #4
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