A Cristóbal Gaete lo conocí por un taller literario que él realizó en Valparaíso hace muchos años atrás y gracias a la periodista, académica y poeta Rosa Alcayaga que me invitó a participar.
Para ser honesto, no recuerdo qué primera impresión habrá tenido de mí el autor de “Valpore” y ganador del Premio Municipal de Literatura de Santiago 2015 con la obra “Motel Ciudad Negra”, pero yo aún recuerdo mi primera sensación sobre él.
Cristóbal es una persona que te transmite una increíble pasión por las letras, por esa razón nos recibió muy bien a todos sin importarle si éramos buenos o malos escritores. Él mostraba mucha dedicación al leer minucioso nuestros borradores con tal de hallar esos errores que no veíamos para poder corregir después.
El encuentro literario se llevó a cabo en una hermosa casona/taller ubicado a los pies del Cerro Bellavista, con una espectacular vista a los cerros porteños colindantes, dentro de un sector tan turístico y emblemático para la poesía nacional que sin saberlo Cristóbal, al menos hasta ahora, aquel lugar para mí posee un significado muy profundo e importante porque en ese cerro viví grandes momentos a lo largo de mi infancia. La vida, de manera curiosa, me hizo retornar hasta ahí.
Algo que nos reiteraba Cristóbal, desde el inicio de su taller, era la importancia de leer a Ernest Hemingway, formidable Premio Nobel de Literatura. Porque para el fundador de la editorial independiente Ediciones Perro de Puerto el escritor norteamericano, pese a no ser de su completo gusto, escribía tan bien, llegando a ser agotadoramente descriptivo sin llegar aburrirte y por eso sus relatos lograban ser excelentes. Así que por esa razón debíamos considerarlo como un importante referente.
Cristóbal recalcaba que todos podemos escribir un libro e incluso se puede hacer eso en un día, no obstante, eso no nos convierte para nada en escritores, según sus palabras, porque la gran diferencia entre el uno y el otro era publicar, exponer nuestro trabajo a ojos críticos, defender nuestra obra y empezar a diferenciarnos de aquellos que dicen ser algo sin tener ese “algo” que realmente los ampare como tal.
Una de las enseñanzas que además recuerdo bien y que hasta el día de hoy creo que marca un poco la filosofía propia y literaria de este gran escritor, es que nos aconsejó que observáramos nuestro entorno, que escribiéramos de lo cotidiano y como el libro que él recomendó, “Mundo herido” por Armando Méndez Carrasco, que olvidáramos la idea que todas las obras deben terminar con un final feliz para el protagonista, porque al igual que en el mundo real o en el trabajo de Méndez, no siempre las historias acaban de buena manera.
No logró recordar con exactitud cuántos talleres literarios se realizaron ni por cuánto tiempo duro estos encuentros durante aquella primaveral época, sin embargo, la manera de trabajar, enseñar y practicar se convirtieron en parte de mis bases como emergente escritor gracias a lo que nos inculcó el autor que intentó retomar las obras de Carlos Pezoa Véliz y Alfonso Alcalde, a través de su editorial independiente.
Nuestro guía con el tiempo se ganó un lugar en el ámbito literario y prueba de ello es que he leído artículos de prensa regional, nacional e internacional en donde a Cristóbal Gaete ya se le considera como un importante referente en la región no sólo por su innato talento, sino por un constante y apasionado trabajo.
El gran grupo que se formó en el taller literario de Cristóbal Gaete
Quería dejar esta parte para el final porque fue una grata sorpresa conocer a las personas que le dieron vida y sentido al taller literario al que asistí bajo ninguna expectativa y en donde terminamos cuajando tan bien, personas tan dispersas entre sí.
Deseo empezar recordando a Mariana que era seca para el inglés y siempre estaba estudiando otros idiomas, vivía con su perra pitbull la “Luchita” en una linda casa. Su estilo light de vida, su autosuficiencia en muchos aspectos y todo lo que transmitía su hogar es algo que me encantó, además, experimenté el veganismo por su influencia lo cual me abrió a un desconocido mundo que en verdad disfruté.
También estaba la Natalia que muchos creíamos, a primera “oída”, que era francesa por su peculiar acento o por su fascinación de hablarle a los gatos como si éstos le fueran a responder. Al igual que la Mariana, la Natalia era bastante autosuficiente, ambas con amplios conocimientos de cultura, mochileras y con metas profesionales que deseaban concretar por esos años, aunque la radical diferencia entre ambas era que la Natalia poseía una personalidad más agresiva y enérgica.
Por último, un punto aparte en este grupo fue el Daniel. Un sujeto bastante gracioso, un adulto algo disfuncional en el buen sentido de la palabra, despreocupado, desordenado, siempre intentando romper con la seriedad del taller de Cristóbal y que, por casualidad, fue profe de mi gemelo en el Duoc de Chorrillos, así que al verme ahí se llevó una enorme sorpresa.
Ese era el grupo que se formó en torno al taller literario que a largo de las primaverales semanas logramos armonizar, a través de los trabajos, lecturas y conversaciones que el escritor e hincha acérrimo de San Luis de Quillota, dato que no podía olvidar mencionar, coordinó en esa bella casona que también aportó con lo suyo, sobre todo con sus rincones en donde disfrutamos no sólo de las letras y con las panorámicas vistas que ofrecían sus ventanas del cerro de los muertos, como me gusta decirle al Panteón.
En cuanto a lo que ofrecimos literariamente, no sé si cumplimos con las expectativas del Cristóbal, de igual modo empezaré diciendo que Mariana con un estilo muy versátil, casi poético, de una lectura fluida e inteligente, siempre nos asombraba con cada tarea que traía; Natalia por otro lado, llena de romanticismo, con letras cargadas de reflexión, textos bien escritos y muy sobrepensados, fiel reflejo de su perfeccionismo; el Daniel por otro lado era la cuota de humor, que por lo general, siendo caprichoso, no traía las tareas solicitadas al taller rogando el perdón de Cristóbal, a pesar que reconocía haberlo intentado y al final no lograba concretar el texto que imaginaba; y por último estaba yo, que no recuerdo qué mierda escribía, de seguro algo muy malo, forzado y cursi jaja.
Pero, Cristóbal con ojo cirujano siempre nos leía, nos incentivaba a seguir practicando, consumir literatura, observar el mundo que nos rodea y no temer escribir algo que tal vez no sea del gusto de otras personas, porque él solía decir también que en algún momento, al convertirnos en escritores, deberíamos preocuparnos por el “feedaback” de nuestras obras. Conocer la opinión de los lectores es importante en este oficio.
El taller literario duró lo que tenía que durar, el grupo de personas que lo conformamos se mantuvo en contacto por un tiempo más después, pero luego cada uno tomó su propio camino. Desconozco si el resto sigue comunicándose entre sí, pero al menos, en mi caso, sepan todos ustedes que no los he olvidado y los tengo muy presentes a todos.
No sé si en los otros el estilo literario de Cristóbal Gaete los habrá influenciado, habrá sido de su gusto o no, como también si ellos continuaron escribiendo, pero parafraseando al ya difunto y legendario músico argentino Marciano Cantero: «pero yo aún sigo escribiendo/ y lo voy a seguir haciendo».
Me considero influenciado por el talento de Cristóbal Gaete, aunque poseo mi propio sello y que a muchos de mis lectores les gusta, doy las gracias a Rosita por haberme invitado a ser parte de ese taller que en verdad marcó mucho mi yo literario y deseo que Cristóbal no sólo haya recordado a un gran grupo que tuvo deseos de aprender, sino también pretendo que sepa que fue un gran mentor, un ejemplo a seguir y que hasta este momento, por alguna extraña razón aún no leo Valpore jaja. ¿Tendrás una copia aún, Cristóbal?
Si deseas conoces a este gran escritor lo puedes hacer siguiendolo por medio de sus cuentas de Facebook e Instagram.
Domingo, 18 de Febrero 2024
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