Espontáneamente cambiamos el destino del paseo a último momento y de preocuparnos por el frío viento costero de Valparaíso, en compañía de mi pareja Martina y nuestra hermosa hija, Emma, nos atrevimos a subir hasta el popular cerro “La Cruz” de la ciudad de Sol.
Si me lo preguntan, no sé qué tiene de especial aquella cruz que se encuentra sobre una loma que se puede observar desde los paraderos 30 al 25 creo o desde el lado sur de Quilpué, además tampoco es tan atractiva su arquitectura ni mucho menos se convierte en un gran premio alcanzarla, sin embargo para mí se volvió especial gracias a mi hija.
Desde que nos asomamos al pie del pequeño cerro sin saber exactamente por dónde subir o a qué enfrentarnos en aquel ascenso junto a la Maru Emmita y nuestra mascota “Mía” comprendimos que uno de los aspectos maravillosos que posee el lugar es que de inmediato te permite desconectar con la ciudad mientras te adentras por alguno de los caminos que ha ido trazando la huella de los vehículos o por aquellos más complicados e inclinados que ofrece el paisaje en medio de elevadísimos árboles y mucha vegetación.
Emma iba muy emocionada subiendo a su propio ritmo hacia La Cruz, por supuesto sin saberlo e imitando nuestra manera de alcanzar la cima, ya que desde el comienzo de la aventura tomó una rama tal cual fuera un palo de trekking (que se convirtió en su fiel compañera) y marchó por momentos liderando el ascenso, aunque por nuestro desconocimiento nos alejamos del objetivo jaja pero que fue muy divertido en experimentar.
Mi hija, quien no tiene más de tres años, subió solita por el camino que nos trazamos, a diferencia de otros niños que observe que iban en coches o en brazos de sus padres, a pesar de su edad y sus limitaciones, la “Nonito” siempre me hace entender que tiene un fuerte espíritu aventurero, que es temeraria (desciende sola en el “pata”-scooter-) e intenta ser autosuficiente, algo que a mí no me molesta para nada porque siento que poseerá una personalidad con mucha confianza y coraje.
En ningún momento me pidió brazo, agua o detenernos, por el contrario siempre quería caminar, avanzar, llegar hasta los lugares que nos señalaba, se maravillaba con el entorno natural, con el ruido de los pajaritos, las nubes y reía por todo tipo de ocurrencias que alegró nuestra conquista de La Cruz.
Llegamos finalmente hasta donde nos propusimos y para nuestra sorpresa había más que caminar, pero como improvisamos este destino junto con la Maru decidimos que por hoy estaba bien, a pesar que Emma deseaba seguir ascendiendo.
De esta manera La Cruz se volvió especial para mí, porque la pude alcanzar con mis seres amados, otra vez mi hija me ha sorprendido por sus grandes habilidades, sus fuertes deseos de ser mejor, de lograr cositas por su propia cuenta sin perder su hermosa sonrisa y asombro por las cosas que la rodea que está descubriendo a media que va creciendo mi pequeña.
Domingo, 03 de Octubre de 2021.
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