Ser escritor, pero sin alma

Recuerdo una ocasión, cuando vendía jokeys en pleno plan de Valparaíso, que un desconocido y evangélico sujeto se me acercó para ofrecerme un libro, pero no uno cualquiera, sino uno que iba a cambiar todo, según sus propias palabras.

Sabía que él no me iba a comprar el jockey que ofrecía a cuatro lucas o “4K”, como escriben ahora. Al sujeto sólo le interesaba exponer su obra. Entonces, pregunté de qué trataba el libro en cuestión.

Los ojos de este flamante “escritor” se llenaron de emoción, sus manos apretaron lo que parecía ser uno de los tantos borradores impresos que orgulloso cargaba para todos lados y sin poder contenerse más advirtió que, los futuros lectores, antes de leer el radical contenido, teníamos que leer una pequeña autobiografía de él, de por lo menos cien hojas.

No recuerdo, para ser honesto, con exactitud de qué trataba su libro. Sin embargo, tengo fresca la memoria cuando mencionó que su esposa y el pastor de su iglesia no sólo leyeron su literaria propuesta, sino también aseguraron que al publicarlo dejaría la escoba en nuestro país.

A partir desde ese momento me comenzó a interesar las profundas razones por las cuales una persona deseaba convertirse en escritor. Algo no menor, por supuesto.

Pensé que este señor no se daba cuenta que era bastante egocéntrico, que estaba chalado, que su señora le decía que “sí” para hacerlo feliz y que el pastor de su iglesia de seguro le decía lo mismo para que éste siguiera asistiendo al culto, pagar el diezmo y con eso el pastor podría mantener su auto, la casa y otras humildes necesidades.

Pasaron los años y me titulé de periodista, cree un espacio web llamado elsemaforo.cl y comencé a entrevistar a escritores y poetas. ¿Pueden imaginar cuáles eran algunas aspiraciones que poseían en común estos entrevistados?

Algunos deseaban ser famosos sólo porque sí y otros para ganar dinero. Algunos no leían nada, excusándose que con eso no se verían afectados por diversos autores. Uno que otro mencionaba que con sus escritos pretendían transformar la vida de alguien porque su prosa o verso eran de una calidad profunda. No faltaban los que añoraban convertirse en sus padres literarios. También, para culminar estos ejemplos, no faltaba el que decía que se ilusionaba con ganar premios o ser reconocido.

Muy pocos, realmente unos cuantos, confesaban que escribían porque amaban hacerlo, sin importar todo lo escrito en el párrafo anterior.

Ahora, yo soy un emergente escritor. He vendido bien, pese a que me difundo poco. No obstante, no vendo humo diciendo que mi obra cambiará el mundo o la perspectiva de un ser humano de manera radical.

Mi título, “Entre el Cenit y el Abismo”, es una mera entretención o distracción más, que ojalá sea del gusto de alguien. Y si no lo es, aquella persona podrá buscar otra cosa con que entretenerse o distraerse. Esa tesis siempre la he sostenido y la sostendré.

Pero, mi primer libro lo escribí con mucha pasión, sin creerme que seré un ser transformador y no esperando que la gente me alabe por eso, ya que sólo anhelaba verme capaz de publicar lo que tanto anhele, cumplir la promesa realizada a mi difunto padre y comprender que después hay que seguir mejorando los conocimientos y la técnica.

Aún sigo esperando que aparezca aquel supuesto libro tan radical y que generara todo lo que auguró el supuesto autor. Lo que no espero, sin que me moleste, es que cambie el escenario en seguir conociendo emergentes o experimentados autores que sostengan banales razones por las que están escribiendo, más ahora con este boom en las plataformas digitales.

No digo que mi razón es superior, en comparación a lo ya mencionado. Pero, si me vuelvo a encontrar con alguien que me asegure que su libro cambiara todo lo ya conocido, que desea ser famoso y que no lee a otros, entonces si me atrevería a sostener que escribe por débiles razones. No posee alma de escritor.

Sergio Muñoz es periodista y escritor, autor de “Entre el Cenit y el Abismo”, perteneciente al grupo literario “Los cuenteros”.

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Domingo, 11 de Diciembre de 2022

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