
Para los árboles ninguna de sus hojas ni sus ramas sobran, no discriminan a los que buscan refugio de la lluvia o del sol y no guardan rencor de los que talan su esencia. Para mí, Valeria Melipillán es un fiel reflejo de aquello.
A ella varias veces la observé llegar sencilla y discreta a diversos encuentros con dirigentes vecinales, sin aparentar su cargo e importancia. Parecía ser una vecina más entre todos ellos.
Su compromiso y pasión por causas sociales fue algo que siempre admiré. Valeria de pronto brotó como un gran pilar que extendió su amor y preocupación por la ciudad del Sol que brilló más apasionado e intenso bajo su regazo.
Si bien es cierto que “la unión hace la fuerza”, considero que a veces la unión no hace la razón. En la pasada primavera penó el triste recuerdo de un manto de cenizas de un cruel incendio que nubló el juicio y la razón de muchos afectados. Lamentables pérdidas humanas avivaron un odio infundado sobre una persona que entregó más de lo que cualquiera podría imaginar para intentar aliviar tanto dolor, tanto rencor, no obstante, su esfuerzo no fue suficiente y el castigo fue mayor.
No hay primavera sin invierno, como nuevas hojas verdes, fuertes y hermosas sin que antes otras se marchiten. El brillo de una gran ciudad se extravió. También menguó la identidad y los sueños de un Quilpué que abrazó aquellos brotes consumidos por la mentira, la calumnia y la desacreditación hacia una gestión que mereció más antes de marchitarse.
Un árbol mutilado ya no nos refugia de la tristeza ni nos abraza cuando padecemos calamidades. Un árbol mutilado suele morir. Un árbol mutilado se apega a la esperanza de volver a florecer, sin importar cuánto tiempo le tome, sin importar qué tan grande sea su herida.
Todos los árboles, por más altos que sean, están destinados a brotar de nuevo desde la tierra.
Valeria Melipillán volverá a florecer porque su trabajo y legado aún no ha terminado, a pesar que aún hay detractores que persisten con acabar con su esencia, las raíces de su gestión son más profundas y significativas de lo que muchos ignoran.
La naturaleza es sabia, tenemos que aprender abrazarla, escucharla y sentirla, ya que nos enseña también que todo en la vida posee ciertos ciclos, aunque algunos buscan atrasarlos o apresurarlos, Valeria Melipillán al igual que un pequeño retoño, debe reposar tranquila, nutrirse de nuevos bríos y esperar el momento para volver a crecer.
Domingo, 26 de enero de 2025
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